Por: César Poveda Valdivieso
Lejos de querer adjudicarme la genialidad del señor Carlos Alberto García Moreno -conocido por otros como Charly García-, quiero cubrirme de ella y acorazarme en ella, esta tarde canicular, donde por más que el sol brille, no logro encontrar luz en este pedazo de tierra en el que me parieron, y en el que espero morir.
De las perversiones del poder, siempre se puede esperar una nueva y superior forma de envilecer aún más a la raza humana, sin embargo, el fango donde actualmente yace este país, no tiene siquiera comparación con ninguna otra forma de oprobio antes vivida; ya que los más vejados, son los que en este instante aplauden al que gobierna con el miedo en una mano, y la mentira en la otra, quizá por ello nunca mira de frente; y sus ojos se ven obligados a la entelequia de buscar gafas aunque no los necesite, o papeles en un atril, sin que esté leyendo.
Mientras una de las provincias más olvidadas a lo largo y ancho de la historia de este terruño, era desbordada por el peor accidente petrolero que ha vivido Ecuador, el poder impávido, se encontraba degustando algún manjar, que no se debía entorpecer, por los cinco ríos que se teñían de negro, ni por la flora y fauna perdida, ni por las vidas destruidas junto a sus pequeñas parcelas muertas ya, por el oro negro. Mientras eso ocurría, el que gobierna, mira hacia abajo sin decir nada, pero su ministra sí: culpaba a una zarigüeya.
Mientras se demuestra de todas las formas posibles, que la familia del que gobierna se enriquece vil y miserablemente de los alimentos que se otorgan en las cárceles, mientras ordeñan lo que puedan, siguen matándonos como a ratas, en cualquier esquina de cualquier ciudad de este litoral, siguen secuestrándonos, siguen aterrándonos, porque ya no podemos vivir, porque creo que, para esa casta, ese es un derecho al que nos habíamos mal acostumbrado.
La ley para todos es que sobrevivan, y los que puedan, y los que no se quejen. Mientras eso sigue ocurriendo, el que gobierna, mira hacia abajo sin decir nada, pero su otrora ministra sí: inventaba un epopéyico nombre para un apopléjico plan, que nunca existió.
Mientras el narcotráfico, en su plan metastásico para irrigarse por este país, copa cada esquina y cada calle de cada ciudad, la respuesta del que gobierna se reduce a perseguir, a calumniar, a necrotizar esta sociedad, que aparentemente sigue viva, pero que yo francamente creo que está ya muerta. Ejemplos muchos, pero citaré dos de los casos que más me duelen.
Aquiles Álvarez: vilipendiado en lo que más duele; el nombre. Ha sido objeto de una persecución sangrienta y sin tregua, y no importa si en esta cena caníbal caen justos por pecadores, familiares y amigos de él que jamás fueron políticos también hay que aniquilarlos, si tan solo huelen a él, y para que no tenga ni para comer, se deben de clausurar hasta sus restaurantes. Podrán existir detractores del señor Alcalde; pero en algo debemos de coincidir todos: sabe pelear, y mirando a los ojos, como se enseñaba en los barrios, hace varios lustros atrás, no mirando de forma rastrera algún objeto muerto, para no contestar al interpelante de turno.
Augusto y Abraham Verduga Sánchez: los hijos predilectos de la izquierda más lírica y académica de esta ciudad porteña. Ahora resulta que Augusto, es, no sólo un corrupto en esencia, sino también terrorista; y Abraham, el beneficiario de favores políticos, traducidos a pautas. No solo los que los conocemos sabemos que es una montaña de infamias de lo que se los acusa, pero no deja de lacerar. Mientras esto ocurre, el que gobierna, ya no mira abajo, dibuja su maltrecha sonrisa y nos pide un voto a cambio de un país de cartón. Y ya sabemos lo que ocurre con el cartón.
A los tres, sólo me resta decirles: resiliencia y paciencia, y si me lo permiten, ahí estaré, a lado de Ustedes, tanto en la pesadilla, como cuando esta termine, porque las manos corroídas que han infestado sus procesos justamente son: la mentira y el miedo, y ambas, ni siquiera serán los talones de esta verdad que se grita, pero que parece nadie quiere escuchar, sin embargo siempre la verdad será verdad, y ella los acompaña a Ustedes.
Por eso, mientras todo esto ocurre, y el que gobierna piense que él y su séquito embriagado de poder son la patria, yo soy extranjero.
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