Por: Wilson Benavides Vásquez, politólogo y analista político
Cada 15 de septiembre conmemoramos el Día Internacional de la Democracia instaurado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) desde finales del año 2007, por lo que es necesario problematizar la situación por la que atraviesa este régimen político en el Ecuador de hoy.
Y esto pasa por mirar más allá de los discursos oficiales, la polarización ideológica y las promesas electorales que empiezan a inundar el ambiente previo a los Comicios Seccionales y del CPCCS del próximo 5 de febrero, donde además es muy probable que se incluya la consulta popular y referéndum planteada por el Ejecutivo, cuyo contenido al momento se encuentra en análisis de la Corte Constitucional.
Esta iniciativa contiene 8 preguntas, de las cuales la 4, 5 y 6 son las relacionadas con el sistema político ya que plantean -a grosso modo- la reducción del número de asambleístas, un mejor control de los respaldos de la ciudadanía a las organizaciones políticas, y el retorno a la Asamblea Nacional de las competencias de designación de autoridades que actualmente tiene el CPCCS a través de las comisiones ciudadanas de selección.
Pero más allá de las voces a favor y en contra de esta propuesta gubernamental que sin duda alguna será un plebiscito de apoyo o rechazo a la gestión del presidente Guillermo Lasso, lo cierto es que en la actualidad la democracia en Ecuador pasa por sus horas más bajas. La satisfacción con este régimen político en nuestro país cayó 50 puntos en 5 años, pasó del 60% en 2015 al 10% en 2020, ubicándonos en el último lugar de 18 países de la región en este indicador, según el Latinobarómetro 2020.
Sumado a ello, recientes mediciones sobre credibilidad institucional no son nada alentadoras. La última encuesta de agosto de 2022 de Click Report con 760 casos en Quito y Guayaquil, por ejemplo, señala que los partidos políticos tienen una imagen negativa del 87,97% seguida de una desconfianza del 86,41%, y un rechazo generalizado del 89,69% a que su funcionamiento sea financiado con recursos públicos a través del Fondo Partidario Permanente y del Fondo de Reposición del Gasto Electoral establecidos en el actual Código de la Democracia.
Paralelamente, los procesos de democracia interna en los que de acuerdo con la ley los partidos y movimientos eligen a sus candidatos también son cuestionados por los encuestados: el 79,38% cree que éstos son escogidos “a dedo” y el 79,53% considera que los partidos trabajan únicamente para sus líderes y no para sus militancias.
Según la encuesta de Perfiles de Opinión de julio pasado realizada en Quito, Guayaquil, Cuenca y Riobamba, el 82,78% no simpatiza con ningún partido político, el 73,32% con ninguna ideología, y el 80,94% no se considera ni “correista” ni “anticorreista”, mientras que los partidos políticos alcanzan apenas una credibilidad institucional del 2,57% ubicándose en el último lugar, detrás de la Asamblea Nacional (3,11%), el Gobierno central (10,15%) y el Estado en general (18,42%), entre las instituciones con porcentajes más bajos.
Desde esta perspectiva, cabe preguntarnos si ¿es posible instaurar una democracia sin partidos políticos?, debido a que a la luz de las cifras que pese a que obviamente representan una fotografía instantánea de un momento específico, no dejan de ser extremadamente preocupantes toda vez que la democracia está amenazada -como nunca antes- por fenómenos como el crimen organizado y el narcotráfico.
Sin embargo, si miramos el Registro Permanente de Organizaciones Políticas del CNE podríamos cometer el error de considerarnos uno de los pueblos más “democráticos” de la tierra, ya que un país con 24 provincias, 18 millones de habitantes y 13 millones de electores, tiene casi 300 organizaciones políticas nacionales, provinciales, cantonales y parroquiales habilitadas para participar en los comicios del próximo 5 de febrero.
¿Por qué hay tantas organizaciones en un país desencantado con la democracia y por ende con los partidos y movimientos políticos? ¿Por qué 8 de cada 10 aspirantes a la Policía Nacional constan como afiliados o adherentes de estas organizaciones sin nunca haberlo hecho?
Como siempre en el Ecuador, la lógica de los conceptos no coincide con la lógica de los hechos. Imaginar una democracia sin partidos es un sacrilegio, pero al parecer eso es lo que está percibiendo la gente.
La opinión de Wilson Benavides.