Por Artuto Ruiz G.
En aproximadamente un mes, el 24 de mayo de 2021, Guillermo Lasso asumirá la conducción del Ecuador en su calidad de Presidente de la República. Lenín Moreno, con sobra de argumentos en su contra, se despedirá de Carondelet con una paupérrima aceptación en imagen, credibilidad y gestión. Mientras tanto, y a pesar que se acabó la campaña política, seguimos viendo a diario, escándalos de corrupción y en general, confrontación y polarización. La crisis económica se mantiene, y la crisis sanitaria se encuentra en su pico más alto a nivel de contagios y muertes, incluso peor de lo que sufrimos hace un año, cuando nos encontrábamos en cuarentena y esperábamos que pronto termine esta pesadilla.
Actualmente, no podemos tener alguna esperanza de que este gobierno trabaje en beneficio de todos. Durante la pandemia, hemos sido testigos de los eventos más execrables como, por ejemplo, presuntos actos de corrupción en medicinas, fundas para cadáveres, la vacunación vip, declaraciones expresas señalando la inexistencia de un plan de vacunación y, además, el uso de las pocas vacunas en stock sin un mínimo manejo de inventarios o registros. Un mes parecería poco tiempo para un proceso de transición, pero las circunstancias hacen ver con desesperación que el gobierno actual seguirá conduciendo el país por treinta días más.
La transición es un proceso técnico – político de traspaso de poder, entre una administración saliente y una nueva, en este caso, electa democráticamente. Lo que busca este proceso es conseguir un empalme entre la información del gobierno saliente y el plan del gobierno entrante, y con esto contar con una planificación a corto, mediano y largo plazo. A esto se debe sumar una curva de aprendizaje, que es normal para quienes por primera vez dirigirán instituciones del sector público, con sus riesgos, demoras, limitaciones y trabas.
El país necesita certezas, esperanza y la evidencia de que efectivamente se está controlando la pandemia y, en paralelo, la crisis económica y de empleo. Es por esto que el proceso de transición debería incluir un componente de gestión efectiva e inmediata, en la que el presidente electo y su equipo puedan tener, desde ya, incidencia directa en la gestión y manejo de temas sensibles, como la construcción de un plan real de vacunación y atención de pacientes contagiados. Frente a este escenario, lo ideal sería que antes del 24 de mayo el presidente Guillermo Lasso y su gabinete, junto con sus equipos de trabajo, hayan entrado ya en acción inmediata. Lo contrario implicaría la pérdida de mucho tiempo que el país, lastimosamente, ya no tiene.
El momento da para el cese de hostilidades, para el trabajo mancomunado de todos los sectores, independientemente de su bandera o afinidad política. No queda más que desear los mejores augurios para el nuevo gobierno, que tiene el difícil reto de reconstruir el país, en lo económico, social y político, partiendo por atender la crisis sanitaria con criterios de igualdad, solidaridad calidez, eficiencia y eficacia.
Vivimos tiempos extraordinarios que requieren medidas extraordinarias, urgentes y sensatas.