Por: Tamara Idrobo, activista feminista
La vulva consiste en los labios menores y mayores que preceden a la vagina. La vagina es el canal que llega hasta el cérvix que es a su vez la entrada del útero.
La vulva, muchas veces mal nombrada como vagina, tiene nombres comunes y populares como: concha, cuca, chucha, chepa.
En la vulva está el clítoris, único órgano en el cuerpo que tiene como función y razón de ser el de producir placer.
La estimulación de la vulva y del clítoris de forma rítmica, constante y bajo cierta presión produce orgasmos. Esta estimulación repetitiva hace posible que luego de un orgasmo venga otro, y otro, y otro más.
Los cuerpos capacitados con vulva y clítoris que reciben una correcta estimulación tienen capacidad multiorgásmica. Es decir, que estos cuerpos pueden llegar al clímax de placer en forma repetitiva y en cortos periodos de tiempo. Placer que viene acompañado de la posibilidad de asumir un poder para gozar y disfrutar.
Sin embargo, en los diarios debates de políticas y coyunturas nacionales poco se ha hablado de las vulvas y poco conocemos de ellas, de sus existencias y capacidades. Hasta que, llegado el carnaval del 2023 nos encontramos en medio de debates, juzgamientos y evaluaciones morales gracias a los dueños y a las dueñas de las buenas costumbres.
Nos encontramos debatiendo sobre aquellas vulvas cubiertas con espuma que hemos visto en videos y que ha incomodado a más de una persona. El video nos ha llevado al debate público sobre aquello que las mujeres pueden o no y deben o no, hacer con sus vulvas.
Existe un video en particular donde una mujer cubierta totalmente con espuma mantiene movimientos explícitamente sexuales junto a un hombre mientras se encuentra sobre un auto. Llega un momento de esta interacción cuando el hombre le retira la prenda (dícese calzón, tanga, ropa interior) deslizándola por las piernas de la mujer, dejando literalmente a la vulva de dicha mujer cubierta únicamente con espuma.
Alrededor de este acto se observan a muchas personas que lo avivan y lo celebran. Obviamente, muchos teléfonos grabando este momento que una vez reportado en las redes sociales ha traído la atención, el debate y la reacción de muchas personas opinando masivamente en redes sociales, en programas en línea y en programas de televisión abierta. Reacciones que, por cierto, me llevan a mí escribir esta reflexión.
He analizado y he visto este video muchas veces. He buscado además la continuación del video con la intención de poder discernir si es que en todo lo que se ve y se aprecia en ese video, es posible observar si la mujer en cuestión consintió en todo momento lo que estaba sucediendo con su cuerpo.
Las apreciaciones y las impresiones son subjetivas y dependen de nuestras interpretaciones desde lo que somos, desde donde estamos y desde lo que tenemos. Yo no me atrevo a juzgar a la mujer del video y decir si es que lo que hizo estuvo bien o mal. A mí lo único que me cuestiona es si es que ella consintió lo que estaba ocurriendo. A mí me preocupa que tanto ella como las otras mujeres que deciden mostrar partes de su cuerpo en un espacio público y en un momento dado, lo hagan porque así lo han decidido y no bajo presiones, amenazas o extorsiones.
Pero, como siempre, cuando hablamos de los cuerpos de las mujeres viene ese discurso retrogrado y troglodita de quienes no comprenden ni entienden nada sobre la construcción de sociedades patriarcales y violentas, porque no le interesa, o no les conviene hacerlo. Entonces, estas personas en vez de analizar la realidad desde de las diferentes vivencias que tenemos las mujeres por ser oprimidas y violentadas sistemática y estructuralmente, se dedican a hacer la burda comparación de los actos y comportamientos de ciertas mujeres con la de los hombres.
Para salir de forma rápida y concreta de esta absurda comparación explico que: NO puede haber comparación alguna con los hombres que muestran sus genitales en espacios públicos.
Y es que no hay comparación porque simplemente la realidad nos muestra que todos los días, absolutamente TODOS los días en las calles, espacios y transportes públicos existen muchos casos de hombres que se dedican a mostrar sus genitales como una forma de acosar y violentar a las niñas, adolescentes y mujeres.
Existen historias interminables, continuas y diarias de niñas, adolescentes y mujeres que se ven expuestas a esos actos por parte de hombres que les muestran los genitales sin consentimiento. Esa violencia que yo y que estoy segura de que muchas mujeres que me leen la hemos vivido, es tan común que ha llegado a ser normalizada y por eso silenciada.
Entonces, sí, ocurre que hay hombres que van por la calle y en los transportes públicos mostrando sus genitales, masturbándose y violentando a quienes se encuentran a su alrededor. Generalmente los hombres que lo hacen actúan desde el ejercicio de poder y como una forma de mostrar su virilidad. Este acto de acoso ha sido normalizado y hasta aceptado por la sociedad. Y ¡NO! No es comparable con los casos raros y escasos de mujeres que en medio de una algarabía carnavalesca deciden cubrir sus vulvas con espuma.
Las vulvas no pertenecen a las mujeres.
No, nuestras vulvas no nos pertenecen.
Las vulvas al ser parte del sistema reproductivo de las mujeres son controladas por las iglesias, el Estado, la familia y los esposos. Las vulvas deben cumplir el rol único que es determinado y decidido por quienes las controlan: la reproducción.
La negación a las dueñas de las vulvas llega a tal punto que no se la nombra ni se la conoce como vulva sino como vagina. Y es que la vagina es el canal por donde entra el pene para que la esperma llegue al cérvix y por ende al útero, dando como resultado la posible fecundación en los cuerpos de las mujeres que estamos llamadas a gestar, queriéndo o no, deseándolo o no.
Las vulvas no existen en nuestros cuerpos como aquella parte que debemos explorar y de paso: gozar.
Las vulvas no existen para nosotras. Las vulvas existen solo cuando otros las ven y se escandalizar al verlas.
Las vulvas no pertenecen a las mujeres que desean mostrarlas bajo la espuma en medio del desbarajuste social de un carnaval.
Las vulvas pertenecen a los teléfonos, a las personas que no las tienen, a los jueces de la moral y de las buenas costumbres.
Las vulvas no son vulvas. Las vulvas son objetos que hay que ocultar o mostrar dependiendo de quien gane o pierda al hacerlo.
Las vulvas no están para gozarlas, para sentirlas, para producir placer provocando, erotizando, bailando.
Las vulvas están condenadas a la imagen de Sonoma y Gomorra porque todo aquello que signifique placer para las mujeres será categorizado como libertinaje. El placer a las mujeres nos está negado y las vulvas deben mantenerse ocultas.
Las vulvas pertenecen al curuchupismo de quienes negando que son curuchupas, sentencian inmediatamente a aquella mujer que decida mostrar su vulva en actos que para estas personas son ‘reprochables’ y realizados por una ‘mala mujer’, ‘loca’, ‘desubicada’ ‘libertina’. Para esta gente curuchupa: ¡Ay de la mujer que se atreva a romper las normas avaladas por la moral y las buenas costumbres! Esas mujeres ‘NO son damas’
Por cierto,
¿Quiénes determinan o tienen el poder de definir qué son las buenas costumbres?
¿Qué significa ser una dama?
¿Quiénes determinan que una mujer pueda ser o no una dama?
Las vulvas no existen en las mujeres que desobedecen normas y que deciden mostrarlas en público.
‘Las vulvas son solo para intimidad.’
‘Las vulvas no deben ser ni públicas, mucho menos políticas.’
Las vulvas solo existen cuando sirven para el escaneo y el juicio público de quienes ni siquiera tienen una vulva, o de quienes no desean aceptar que la tienen.
Las vulvas bajo la espuma llevan a varias feministas y mujeres a angustiarse sobre la posibilidad de que la vulva sea de una víctima. Y es que una vulva que se muestra así públicamente a un hombre y a una sociedad, para algunas mujeres y feministas solo puede ser la de una víctima.
Las vulvas son objeto para victimizar a sus dueñas por parte de aquellas otras mujeres que no pueden creer o comprender que existan mujeres deseosas y capaces de mostrar sus vulvas bajo la espuma y peor aún, que disfruten al hacerlo.
La vulva es también un territorio de disputa para ejercer violencias y agresiones.
Las vulvas bajo la espuma es la razón para que hombres violentos, cobardes y temerosos de su masculinidad amenacen, insulten, ataquen y menosprecien a quienes creemos que las vulvas son única y exclusivamente de sus dueñas, quienes deberían poder decidir libremente qué hacer con ellas.
Lo cierto es que la vulva de una mujer puso a muchísimas personas al descubierto, que, creyéndose en el derecho de opinar sobre dicha vulva, han dictaminado lo que una mujer debe o no hacer con su vulva.
Desde mi feminismo yo creo que hay espacios y momentos para todo. Creo en la necesidad de tener convenios sociales y normas de comportamientos que nos permitan vivir y convivir en paz y en libertad.
Desde mi feminismo enfrento estigmas, agresiones y violencias de gente que cree que yo, por defender el derecho de las mujeres a elegir libremente sin coerción y violencia lo que decidan hacer con sus vulvas, defiendo a el ‘salvajismo’, ‘la decadencia’, ‘la perversión’ o a el libertinaje sin responsabilidad ulterior.
Desde mi feminismo celebro y celebraré la irreverencia de aquellas mujeres que deciden romper con tantas normas de opresión y represión a las que nuestros cuerpos, vulvas y vidas son sometidas.
Desde mi feminismo lucho y lucharé para que ninguna mujer tenga que vivir acoso, violencias y agresiones sexuales. Y si las hay, que esas denuncias se hagan, que se le crea a la mujer que ha sido víctima, que se la respalde, repare y que exista una justica real e integral para ella.
Desde mi feminismo defenderé con convicción que las vulvas pertenezcan a cada una de sus dueñas.
Desde mi feminismo resguardaré el derecho a que las mujeres hagan con su valva lo que deseen hacer, en libertad, con responsabilidad y con total consentimiento.
Desde mi feminismo confronto los moralismos hacia las vulvas y por hacerlo, me enfrento a muchas violencias, agresiones y estigmatizaciones.
Desde mi feminismo deseo que las vulvas sean sentidas, gozadas y disfrutadas en espacios donde las mujeres en consentimiento y libertad decidan hacerlo.
Desde mi feminismo aliento a que las mujeres podamos tener agencia sobre nuestras vulvas, y que al hacerlo, no seamos vistas como víctimas por lo que otras personas quieren, desean o esperan de nuestras vulvas.
Desde mi feminismo intercederé para que las vulvas que se exhiben de forma consentida no sean las vulvas de las ‘malas e irresponsables mujeres’ porque así deciden nombrar y estigmatizar quienes se creen dueñas y dueños de vulvas ajenas.
Y desde mi feminismo promuevo el ejercicio del hedonismo que a las mujeres nos siguen negando, como una forma y herramienta de lucha, de resistencia, de persistencia, de irreverencia y de logros de disfrute para que ojalá, más temprano que tarde, llegue el día en que las vulvas de cada mujer puedan ser gozadas, cuidadas y disfrutadas con o sin espuma.
La opinión de Tamara Idrobo.