Por: Héctor Calderón
Esta campaña electoral ha estado plagada de errores y deslices comunicacionales de lado y lado; en los que resulta que los culpables somos los medios y la ciudadanía por tergiversar o no entender el mensaje.
De un lado nos dicen que estamos mejor que Venezuela o no saben explicar cómo un magnicidio puede afectar al riesgo país. Del otro lado, las inconsistencias han sido de mayor magnitud. Que las mujeres se embarazan y divorcian por culpa del Estado, que la violencia de género es un mito, que las funciones de la Senescyt pasarán al Ministerio de Salud, que la gestación de un bebé es de más de 1000 días y ahora que los médicos son los culpables por la decadencia del sistema de salud.
En este escenario, las propuestas han quedado de lado. Más allá de la campaña sucia, los y las candidatas han sido quienes han provocado la viralización de sus errores y “metidas de pata”. Los intentos por suavizar su imagen se chocan con sus declaraciones en medios y tarimas, en los que se han desnudado las deficiencias y verdaderas intenciones de quienes optan por llegar a Carondelet.
Los y las candidatos nos han puesto en una encrucijada y no precisamente por sus propuestas sino por lo deficiente que es su mensaje. ¿Por quién votar? Habrá que esperar al debate, pero, a esta altura, la decisión se basaría, más que por la persona, en el modelo de país que queremos, en las experiencias de gobiernos recientes y pasadas, y, principalmente, en qué tipo de Estado queremos, uno que trabaje por el bien común y la equidad; u otro que siga impulsando la desigualdad y el beneficio de unos pocos.
Así no más, todo recae en la ciudadanía, que, en su mayoría, se siente indecisa, insegura, desesperada y decepcionada. Y, al parecer, de eso no se han enterado los candidatos y candidatas.
La opinión de Héctor Calderón.