Por: Wilson Benavides Vásquez, analista político
Un total de 16 meses de gestión tardó el presidente Guillermo Lasso en entender que la comunicación es un elemento central para la gobernabilidad. Y lo hizo de la mano de su tercer secretario encargado del tema quien -al parecer- convenció al jefe de estado de algo obvio: lo que no se comunica, no existe, pero además es necesario hacerlo a través de nuevas narrativas que se han configurado con el posicionamiento de las redes sociales.
Luego de los atentados terroristas en cuatro ciudades de la costa ecuatoriana a vísperas del último feriado, el manejo comunicacional del gobierno mejoró notablemente gracias a tres acciones clave: 1) Suspender el viaje que el presidente tenía previsto realizar a Estados Unidos y que ya había sido comunicado oficialmente al parlamento ecuatoriano. 2) Disponer -en el marco de la ley- a las FF.AA. y a la Policía Nacional el uso de las armas para retomar el control de la Penitenciaría del Litoral, lugar desde el que -de acuerdo con la versión oficial- se planificaron los atentados en represalia al traslado de varios reclusos que lideran diferentes bandas delictivas que operan al interno y fuera de ese reclusorio ligadas al narcotráfico y al crimen organizado. Y 3) Evitar que el presidente de la Asamblea Nacional convoque a una sesión extraordinaria durante el feriado para tratar la situación de inseguridad, lo que pudo haber derivado en una crisis política.
El giro en la comunicación gubernamental también se hizo evidente en la medida en que Guillermo Lasso empezó a publicar en sus redes sociales de Twitter, Instagram y Tiktok una serie de fotografías y videos donde se lo observó planificando -junto a la cúpula militar y policial- los operativos para retomar el control de la Penitenciaría, luego de lo cual se mostró a varios de los cabecillas sometidos por las fuerzas de seguridad. Las fotografías de los reos se asemejaron a las difundidas por el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, en su combate contra las “maras”: dorsos desnudos, tatuajes, y cabezas rapadas, con lo que se creó una atmósfera comunicacional similar a la del mandatario centroamericano, uno de los presidentes más populares del mundo.
Este no es el espacio para discutir si lo aplicado en el país centroamericano es o no conveniente para la compleja situación por la que atraviesa el Ecuador, sino simplemente mostrar cómo se construyó un relato simbólicamente similar a ese.
La política y el poder se mueven en el plano simbólico y es ahí justamente donde radica la fuerza del mensaje de Guillermo Lasso durante la crisis del feriado. Si este giro comunicacional será suficiente para garantizar la gobernabilidad el resto del periodo presidencial es una incógnita toda vez que la realidad siempre tiende a imponerse a la propaganda gubernamental
Sumado a ello, es clave que el mandatario asuma que sus declaraciones públicas o las publicaciones en sus redes sociales, constituyen un elemento central para la estabilidad política. No se pueden repetir hechos como las acusaciones contra un grupo de asambleístas de Pachakutik de las que luego el propio presidente tuvo que retractarse, así como tampoco deben repetirse mensajes burdos como el acontecido con una humilde mujer que recibió una vivienda fiscal donada por el régimen.
Según el estudio “Cultura Política de la Democracia en Ecuador y las Américas” publicado en 2020, solo el 2% de usuarios habla de política en Twitter, el 22,3% en Facebook y el 16,5% en WhatsApp, lo que nos lleva a pensar que al contar con una comunicación multidireccional e innumerables fuentes al mismo tiempo, las audiencias pueden producir, difundir y consumir información de manera independiente a la que difunden los medios y los gobiernos.
¿Más comunicación y menos política? ¿O precisamente lo contrario? Eso es lo que definirá el futuro del régimen en un escenario inmediato en el que ya entramos al mundial del fútbol y las fiestas de navidad y fin de año.
La opinión de Wilson Benavides.