Por: Wilson Benavides Vásquez, analista político
Pocas veces en la historia, los pueblos logran deponer sus diferencias y unirse en un solo objetivo. Pocas veces, el mundo se desconecta de la guerra, la violencia y el odio que -en pleno Siglo XXI- se han vuelto mucho más comunes de lo que pensábamos. Pocas veces, los desastres naturales derivados del cambio climático o el drama de la migración forzada pasan a segundo plano.
El mundial de fútbol constituye -sin duda- un “paréntesis existencial”, un oasis en el desierto… el espectáculo perfecto para concentrar la atención global en 32 selecciones distribuidas en 8 grupos que disputarán en Catar la copa de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).
Ecuador arriba a su cuarto mundial luego de participar en el de Corea-Japón, Alemania, y Brasil. Y lo hace justo cuando el país está atravesando por una compleja situación de inseguridad ciudadana derivada de las acciones de las bandas del crimen organizado ligadas al narcotráfico.
Pero la selección de fútbol llega a este torneo con un peso sobre sus hombros luego de los históricos logros que varios deportistas ecuatorianos consiguieron en los últimos Juegos Olímpicos, así como también con un posible escándalo de corrupción sobre un caso en el que supuestamente se compraron a varios jugadores ecuatorianos para que pierdan el partido inaugural frente al equipo anfitrión este domingo 20 de noviembre.
Lo curioso de esta denuncia -difundida inicialmente por una fuente en Inglaterra- es que aparece a pocos días de ese cotejo y justo después de que se conociera el listado oficial de jugadores convocados por el profesor Gustavo Alfaro a la cita mundialista, donde hubo algunas sorpresas como la ausencia de jugadores de la talla de Junior Sornoza o Leonardo Campana y la inclusión de otros como William Pacho y Kevin Rodríguez.
Lo que sí es claro es que más allá de este evento puntual, auguramos que Ecuador haga un buen papel en el mundial no solo en términos deportivos sino por el efecto anímico que tendrá en la población, agobiada por la delincuencia, la inseguridad y la desesperanza. Que así sea.
La opinión de Wilson Benavides.