Por: María Eugenia Molina. Doctora Ph.D. en Comunicación. Consultora, académica
Se puede decir que en esta campaña se ha visto de todo menos de comunicación electoral, pues la manera en la que se están gestionando las distintas campañas hace pensar que los candidatos no saben para quienes dirigen sus mensajes y mucho menos lo que piensan, sienten, requieren o buscan los votantes y si no los conocen difícilmente pueden llegar a persuadirlos; los mensajes deben ser estudiados para que generen impacto, pero ante todo para que puedan lograr niveles de coincidencia y cercanía con la gente, ese es el papel de la comunicación dentro de la campaña, mientras que el marketing propenderá a “vender” la figura del candidato como idóneo para ser premiado con el voto, para ello ambas deberán buscar la manera de atraer a los públicos, ello se logra, fundamentalmente, brindando confianza, seguridad y empatía, no olvidemos que estamos a muy poco tiempo de haber pasado por una crisis de alta intensidad como fue la sanitaria de la cual aún no hemos salido y cuyas secuelas las vamos a cargar por mucho tiempo.
La campaña para las elecciones seccionales en el Ecuador está en plena ebullición y quienes buscan mantenerse o alcanzar las dignidades, procuran de muchas formas llegar a los electores y de esa manera lograr el ansiado voto, para ello los aspirantes se valen de innumerables recursos para captar la atención de los ciudadanos; las redes sociales se han convertido en el medio para tal fin, lo lamentable es que los mensajes que difunden son, en un alto porcentaje, carentes de propuestas acerca de los planes a desarrollar y se concentran en bailes, cantos, chascarrillos, abrazos y besos por doquier, con lo cual los votantes nos quedamos más confundidos y decepcionados por la ausencia de planes y contenidos programáticos para las distintas ciudades del país, precisamente en momentos donde las carencias, necesidades y problemas se agudizan.
Esta coyuntura debería ser aprovechada para hacer conocer a los electores los planes de gobierno que tienen los candidatos para, desde lo local y dentro de sus competencias, impulsar cambios que permitan que la gente pueda contar con servicios de calidad, oportunidades y con ciudades que crezcan al ritmo de lo que la gente requiere, pero la realidad de la campaña es muy diferente, los candidatos o la gran mayoría de ellos, buscan capitalizar la votación desde la distracción y no desde planes de acción en los que se pueda encontrar algo más profundo que baile, agresiones a los contendientes y elevados niveles de desconocimiento de lo que requieren los distintos cantones del país.
Una candidatura no se hace solo a partir de aquella persona que busca el voto, hay un equipo detrás, y fundamentalmente, hay o debe haber una estrategia general de la que se desprenderán otras como la gerencial, la política, la comunicacional, la de marketing trabajando al unísono para que la figura del candidato destaque y sea reconocida y retenida por los votantes, acá, en lo que va de la campaña, muy poco se ha visto de aquello, cabe preguntarse si los candidatos que hacen esos papeles en las redes cuentan con asesores y si es así qué tanto les apoyan en sus campañas o están allí solo para arengar las puestas en escena de sus bailes.
Una campaña implica el manejo de emociones, de empatizar y acercarse a los públicos, pero no puede quedarse solo allí, pues lejos de ser un manejo positivo, se torna en un molesto ruido que impide el feedback entre los aspirantes a mandatarios y sus mandantes, para evitar aquello los candidatos y sus equipos deben tener claro que el electorado no es homogéneo y no lo constituyen únicamente los jóvenes que usan la red social de moda o las personas que tienen redes sociales, hay un universo mucho más grande que ese al cual se debe llegar, lamentablemente a esta altura de la campaña es claro que ese trabajo previo de estrategia electoral no se lo hizo o no fue tomado con la seriedad necesaria y por eso las campañas se quedan en la superficialidad.
Tanto los candidatos como sus equipos deben ser conscientes de la imperiosa necesidad de conservar la ética y la responsabilidad en su manejo electoral, de presentar al candidato/a como la persona que es en la realidad, en evitar disfrazarlo con posturas que, muchas veces, caen en el ridículo; en momentos donde los liderazgos y la confianza en los mandatarios se han venido a menos, quienes buscan esos liderazgos deben tener la capacidad de transformar esa desconfianza en credibilidad, para ello la preparación es fundamental, recordemos que más allá de que baile bonito o baile feo, la campaña termina pronto y lo que requerimos son autoridades que tengan las cualidades para el ejercicio de las funciones que les son encomendadas.
Todavía queda algo de tiempo para escuchar propuestas serias para nuestras provincias, ciudades y parroquias, las queremos conocer, es momento de saber qué van a hacer los ahora candidatos cuando lleguen a ser favorecidos por el voto del electorado.
La opinión de María Eugenia Molina.