Por: Tatiana Sonnenholzner, especialista en comunicación digital
Hace algunos años que ya no vivimos juntas, mismo tiempo donde he podido comprobar todo lo que has hecho de mi. Dicen que las lecciones más importantes se aprenden a través de la experiencia y no de los consejos ajenos. Por medio de las mías, he comprobado que eso es cierto. Vivir con la responsabilidad de velar por mi propio bienestar e integridad no lo hubiese conseguido sin el ejemplo que tú me mostraste. He sido mi mejor mamá, durante este periodo lejos de ti, porque tengo a la mejor y recurro a la frase cliché más usada de este día porque esa es mi verdad, la única con la que soy intransigente.
Aunque tú tal vez no lo sepas y no hayas sido consciente en su momento, sin palabras me dijiste todo lo que yo debería saber. Tu instinto fue el de supervivencia y protección para nosotras y para mi, fue el acto de amor más noble y la lección más poderosa. Suspendiste sin tiempo definido y sin garantías tus propios intereses, para potenciar los de tus hijas y al mismo tiempo proveíste de herramientas para que nos desarrollemos con independencia y ética. Eso es algo que solo lo puede hacer un ser humano maravilloso, como lo eres tú.
Lo que se ve se repite y yo quiero repetir lo que tú me mostraste. La persona que soy y las cualidades que los demás admiran y reconocen en mí son solo el reflejo de la mujer que eres tú y ese es mi mayor orgullo. Independiente, fuerte, valiente, que en su momento tomó decisiones jodidas cuando su entorno le pedía que fuera otra o se mantuviera siendo lo que se supone debería ser. Y tu, abrazaste tu verdad y, aunque herida, superaste cada situación con la misma ternura y sentido del humor que te caracteriza.
Eres Madre no solo de tus hijas porque tu generosidad no conoce límites y tu amor, sobretodo manifestado en acciones, no tiene techo. Ahora que nuestra relación mutó y nos hablamos como adultas, ten la certeza de que tú no me debes nada, que te mereces ser libre de culpas, suposiciones y deseos ajenos. Ya hiciste más de lo que pudiste ahora es el momento de recuperar el tiempo, que destinaste al cuidado de los otros, para ti. Si hay una deuda por pagar, es la mía contigo. Yo te debo agradecimiento, admiración y respeto, un pago que caduca lo que dure mi vida y que las cuotas son saldadas con cada paso que doy pensando en hacerte sentir orgullosa de la mujer que pariste.
Te amo mami y quien me lea, que lo sepa.
La opinión de Tatiana Sonnenholzner.