Por: Tatiana Sonnenholzner, especialista en comunicación digital
Cuando hay una muerte, hay un duelo. Esta vez, quién está siendo velada perdió la batalla tras una lucha de egos. No porque haya sido peor que su oponente, de hecho estaban en las mismas condiciones, sino porque la estrategia y los tiempos fallaron, casi como su gestión.
La Asamblea Nacional falleció en muerte cruzada, su verdugo fue el Presidente, que como buen político vieja escuela justificó su Decreto en “sacrificio por el bienestar del país”. En este drama latinoamericano no podrían faltar las acciones que se toman en nombre del amor, un sentimiento que juran tener por un país que desconocen y, que tan poco les importa, que en lugar de trabajar en comunidad para levantarlo, se apuñalan por la espalda para tener menos personas con las cuales repartir el botín.
Lo doloroso de las despedidas es aprender a vivir con la ausencia, irónicamente, no en este caso. Desde hace algunos años, y antes de este asesinato, los ecuatorianos han sentido el abandono de este y los otros poderes del Estado. Ahora no quiero recordar a quienes hace algunos días sentían la falsa percepción de grandeza, ilusión que regala el poder a quienes carecen de ética y talento. Hoy, quiero reconocer a los funcionarios que tras esta situación perdieron sus trabajos.
En estos espacios hay dos tipos de personas, están los volubles. Esos que se ponen la camiseta, pero del candidato del momento aunque no sea de su talla. Los encuentran en caravanas y campañas y no es complejo que pronto se ubiquen en algún puesto, donde paguen sus servicios de actores secundarios en papeles de relleno. Pero también están los profesionales, esos que tras bambalinas hacen política honesta y ponen en práctica sus capacidades y habilidades para contribuir en el desarrollo del país. Por los dos hago este minuto de silencio.
En el primer caso, porque cada vez que le dicen si a un puesto para el que no están preparados, matan su dignidad y muere lento la oportunidad de cortar el círculo vicioso de la corrupción y por los del otro grupo, porque tal vez estén atravesando el duelo de ser despojados de sus funciones, pero solo es la despedida a una versión y la oportunidad para empezar un nuevo reto en lugares donde se valore la calidad y la incertidumbre no aceche cada mes.
Dicen que hay solución para todo menos para la muerte y ahora que esta es un hecho, solo queda encontrar la salida para los vivos, las y los ciudadanos que merecen habitar en un país con dignidad. Las urnas se volverán a abrir y quienes esperan una raya sobre su nombre deberán secarse las lágrimas por este difunto y garantizar la calidad de vida de quienes siguen respirando, creyendo y teniendo esperanza por un Ecuador mejor. Es momento de ponerle tierra y enterrar lo que boicotea el desarrollo.
La opinión de Tatiana Sonnenholzner.