Por: María Eugenia Molina. Doctora Ph.D. en Comunicación. Consultora, académica
Esta campaña electoral que se acerca a la recta final en su primera vuelta ha estado desprovista de propuestas consistentes de lo que los candidatos harán si logran llegar al poder mediante el voto popular, estas semanas de proselitismo han tenido muchos elementos, pero escasa comunicación electoral.
De hecho, varias de las campañas emiten mensajes con mucha forma y poco fondo, hay quienes se dedican a bailar, a cantar, a subirse a los caballos, a las tarimas, a los camiones desde donde saludan efusivamente a sus posibles electores, otros que abrazan y besan con fruición a los niños, a los ancianos, a todo aquel que se lo permita, pero es poco el contenido de mensajes programáticos con los que se dirigen a esas audiencias, que, por su parte, parecen conformarse con lo poco que les entregan los candidatos.
En estas condiciones ellos y sus equipos elaboran sus mensajes sin que importe mayormente para quiénes lo hacen, lo que piensan, sienten, requieren o buscan los votantes, en un país como el nuestro con altas tasas de desempleo, subempleo, desnutrición, un país con 5,2 millones de personas que viven con menos de 91,43 dólares al mes, es decir que viven en la pobreza y 2,4 millones de personas en pobreza extrema, o sea con ingresos mensuales inferiores a 51,53 dólares, datos del INEC publicados en los medios de comunicación.
A este desolador panorama súmenles asesinatos, feminicidios, falta de medicinas y otras tantas situaciones que hacen que los ecuatorianos quieran, cada vez más, irse del país a buscar mejores derroteros, aunque la realidad de las deportaciones les pisa los talones.
Pero, frente a estos y otros problemas lacerantes qué dicen, qué ofrecen y, sobre todo, cómo piensan concretar sus propuestas los que buscan los votos de los electores, o será por aquello que prefieren bailar y mercadearse de ese modo para atraer a los votantes y que poco o nada se hable de políticas de Estado para hacer frente a lo de fondo, las múltiples crisis que nos afectan a todos en mayor o menor proporción.
Las redes sociales son los grandes espacios en disputa para las candidaturas, en ellas los mensajes se mueven al vaivén de los bailes, de los muchos insultos y de las pocas propuestas, es como si solo de ese modo se pudiera atraer a los públicos y no brindando confianza, seguridad, empatía y la solvencia que deben tener los aspirantes a dirigir los destinos del Ecuador, no olvidemos que estamos a muy poco tiempo de haber pasado por una crisis de alto impacto como fue la eléctrica y cuyas secuelas se reflejan de varias maneras, como por ejemplo en los datos mencionados en líneas anteriores.
La campaña está a días de finalizar y las propuestas serias y razonadas son una deuda pendiente, los votantes seguimos confundidos y decepcionados por la ausencia de planes y contenidos programáticos de cara a una elección en la que está en disputa el sillón de Carondelet y las curules en la Asamblea Nacional y Parlamento Andino, en momentos donde las carencias, necesidades y problemas se agudizan.
Esta última semana debería ser aprovechada para hacer conocer a los electores los planes de gobierno que tienen los candidatos para impulsar cambios que permitan que la gente pueda contar con oportunidades en su propia patria, pero la realidad de la campaña es muy diferente, los candidatos o la gran mayoría de ellos, buscan capitalizar la votación desde la distracción y no desde planes de acción en los que se pueda encontrar algo más profundo que baile, agresiones a los contendientes y elevados niveles de desconocimiento de lo que requiere el país.
Una candidatura no se hace solo a partir de aquella persona que busca el voto, hay un equipo detrás, y fundamentalmente, hay o debe haber una estrategia general de la que se desprenderán otras como la gerencial, la política, la comunicacional, la de marketing trabajando al unísono para que la figura del candidato destaque y sea reconocida y retenida por los votantes, acá, en lo que va de la campaña, muy poco se ha visto de aquello.
Una campaña implica el manejo de emociones, de empatizar y acercarse a los públicos, pero no puede quedarse solo allí, pues lejos de ser un manejo positivo, se torna en un molesto ruido que impide el feedback entre los aspirantes a mandatarios y sus mandantes, para evitar aquello los candidatos y sus equipos deben tener claro que el electorado no es homogéneo y no lo constituyen únicamente quienes consumen contenidos en redes sociales, se trata de no quedarse en la superficialidad.
Tanto los candidatos como sus equipos deben ser conscientes de la imperiosa necesidad de conservar la ética y la responsabilidad en su manejo electoral, de presentar al candidato/a como la persona que es en la realidad, en evitar disfrazarlo con posturas que, muchas veces, caen en el ridículo.
En momentos donde los liderazgos y la confianza en los mandatarios se han venido a menos, quienes buscan esos liderazgos deben tener la capacidad de transformar esa desconfianza en credibilidad, para ello la preparación es fundamental, recordemos que más allá de que baile bonito o baile feo, la campaña termina pronto y lo que requerimos son autoridades que tengan las cualidades para el ejercicio de las funciones que les son encomendadas.
Todavía queda algo de tiempo para escuchar propuestas serias y concretas, temas que deben ser abordados con la sensatez y profundidad que lo amerita la gravedad de la crisis multicausal que vivimos en el Ecuador.
La opinión de María Eugenia Molina