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Ecuador a través del valle de las sombras | Opinión

Por: Felipe Pesantez

Ecuador camina hoy por un valle de sombras sin temor aparente. Los ecuatorianos avanzan con un velo que les impide ver más allá del horizonte inmediato, pero lo hacen con una confianza que roza la temeridad. El país, o al menos el 55.63% del electorado, apostó por un nuevo tipo de liderazgo encarnado en Daniel Noboa, quien se comprometió durante su campaña a traer mejores días. Simultáneamente, los ecuatorianos eligieron una Asamblea Nacional menos fragmentada que sus predecesoras, aunque igualmente compleja, que pronto juramentará para fiscalizar y legislar en nombre del «bien común».

La victoria del presidente Noboa trajo consigo una ola de algarabía, alegría y una sensación casi inocente de esperanza entre la población. Sin embargo, este triunfo marca apenas el inicio de una travesía compleja para el país. Los primeros dos años de su gobierno transcurrirán en lo que podríamos llamar un «valle de sombras», caracterizado por dos grandes incertidumbres: la composición de la Asamblea y el anunciado proceso constituyente.

La Asamblea Nacional: un equilibrio precario

La conformación de la nueva Asamblea Nacional es ya conocida: la bancada oficialista de ADN cuenta con 66 escaños, igual número que Revolución Ciudadana (RC5), mientras Pachakutik tiene 9, el Partido Socialcristiano apenas 4, y existen 6 asambleístas independientes. Esta distribución evidencia que ninguna fuerza política posee los votos suficientes para conformar una mayoría absoluta, simple o calificada. Ninguna bancada tiene el poder unilateral para aprobar leyes, reformar la Constitución o elegir autoridades legislativas.

Para elegir al presidente de la Asamblea, vicepresidentes y miembros del Consejo de Administración Legislativa (CAL), se requiere un mínimo de 77 votos. Las dos fuerzas predominantes —ADN y RC5— buscarán controlar estos espacios, y esta primera medición de fuerzas probablemente definirá el rumbo de la travesía por este valle de sombras.

En términos aritméticos, la situación es la siguiente: ADN cuenta con 66 votos propios, a los que podría sumar 4 de independientes y 4 del Socialcristiano, alcanzando 74 votos. Por su parte, RC5 también tiene 66 votos, que sumados a los 9 de Pachakutik le darían 75. Sin embargo, la posición de Pachakutik no está claramente definida; sus voceros han manifestado apertura al diálogo «con independientes y sin descartar a RC5», pero también han admitido que «el bloque no está nítidamente consolidado».

En este escenario, quedan dos votos potencialmente decisivos: el de Edwin Jarrín Rivadeneira (por la alianza PSP, PSC y Democracia Sí) y el de Cristian Benavides Fuentes (por Unidad Popular y PSE). RC5 necesita evitar que Pachakutik se incline hacia ADN, mientras que el oficialismo debe ejercer una hábil negociación política para atraer tanto a los asambleístas de Pachakutik como a los dos independientes clave.

El dilema constituyente

La configuración de la nueva Asamblea Nacional representa apenas el primer desafío en esta travesía por el valle de las sombras. Después de la posesión de los asambleístas, el camino se bifurcará: por un lado, la posibilidad de reformas constitucionales vía enmienda; por otro, un nuevo proceso constituyente similar al de 2006-2008. El Ejecutivo deberá decidir qué rumbo tomar.

Fuentes gubernamentales indican que se están evaluando las alternativas más convenientes según el pulso político actual. El gobierno de Noboa cuenta con legitimidad tras las elecciones generales de 2025, dispone de una bancada oficialista robusta, goza del respaldo del sector exportador, tiene capacidad de negociación sobre los GAD’s más importantes del país (Guayaquil y Quito), y ha recibido reconocimiento oficial de países como Brasil y Estados Unidos. Resulta difícil no pensar que el gobierno de Noboa tiene las condiciones propicias para impulsar un nuevo proceso constituyente como proponente.

Alternativamente, podría optar por enmiendas constitucionales, un camino menos accidentado pero igualmente incierto debido a la composición parlamentaria. El oficialismo necesitaría 77 votos (hasta ahora contaría con 74) para llevar a cabo este procedimiento, además de enfrentar todos los desafíos propios de los procesos legislativos.

Ecuador en la oscuridad

El gobierno está conduciendo al país por un valle de sombras sin que exista un temor evidente. Los ciudadanos avanzan con un velo que les impide ver más allá del horizonte inmediato, pero lo hacen con una confianza inquietante. La alegoría bíblica del valle de sombra de muerte (Salmo 23) suponía que el caminante no temería mal alguno porque Dios lo acompañaba. En el caso ecuatoriano, ¿quién o qué acompaña al país en este tránsito incierto?

La incertidumbre política, lejos de generar temor, parece haber normalizado la inestabilidad como forma de gobierno. Ecuador camina por su valle de sombras con una mezcla de esperanza y resignación, sin cuestionar demasiado hacia dónde lo conducen sus líderes. Mientras tanto, los dos poderes del Estado —Ejecutivo y Legislativo— operan en una zona gris donde las alianzas son efímeras y los proyectos de largo plazo escasean.

En este escenario, la única certeza parece ser la incertidumbre misma. Ecuador atraviesa su valle de sombras mientras sus ciudadanos esperan, quizás demasiado confiados, que al final de este camino difuso se encuentre la luz de la estabilidad política y el desarrollo económico que tanto han anhelado.

La opinión de Felipe Pesántez

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