Por: Carlos Santiago Coronel
A pesar de la pandemia, los organismos electorales, la situación económica e incluso, a pesar de algunas candidaturas, el Ecuador –ceteris paribus– irá a las urnas en 2021.
Bajo estas circunstancias, si bien la diferencia política es propia del proceso electoral, la que le da vida y vigencia, la diferencia, el conflicto administrativo y jurídico ha sido el velo bajo el que se esconde ese preciado momento de la vida democrática de todo país: las elecciones y, hasta ahora, ese conflicto es el protagonista. En correspondencia y en general, la campaña que en cronograma está en marcha, dista mucho de considerarse como tal.
La metodología de campaña electoral indica el camino que sigue una candidatura para conquistar el voto: primero ganar identidad, consolidarla; generar profundidad de imagen a través de atributos y temas de la candidatura; establecerse como una vocería confiable y creíble; plantear una propuesta; y, finalmente, pedir el voto. Las encuestas, nos indican que 80% de las candidaturas sigue aún en primera base y no hace mucho para salir de allí. Ecuador no vive, en términos generales, un proceso de campaña electoral, sino una conversación de temas electorales, entre políticos.
¿Por qué esto, en estricto rigor y en general, no es una campaña?
1. La campaña debe medir su tono; no llevar comediantes a un funeral:
Ecuador vive momentos de alta incertidumbre derivados de la pandemia, la falta e inestabilidad en el empleo, la fragilidad en el acceso al consumo y la percepción construida en relación a diversos casos de corrupción y conflicto político – administrativo. El tono correspondiente a este escenario, dista mucho de lo planteado por la generalidad de las candidaturas: a tono inadecuado, poca capacidad de conversación e incidencia.
2. La campaña sirve para fortalecer al convencido y presentarse al escéptico; salir de la comodidad:
La conversación es definitoria e implica escuchar, comunicarse y volver a escuchar. Actividades de estricta intención informativa, de alta notoriedad y bajo contenido no le aportan sentido a esa conversación, no hacen empatía ni conexión; no se logra ampliar el espectro de la conversación, ni en temas ni en actores.
3. La campaña complementa en línea y fuera de línea; ganar votos, no minutos de fama:
Las limitaciones de pandemia han restringido el contacto de cercanía y privilegiado los medios digitales. Con un uso más o menos estratégico de ellos, pocas son las candidaturas que intentan establecer comunicación eficaz: las redes sociales son un medio y no el mensaje en sí mismo. Usar una red social no garantiza que se aborden ni los intereses, ni las intenciones de voto de sus audiencias. No basta estar en Tik Tok o Instagram para incentivar el voto juvenil, por ejemplo. No comprender y abordar esta lógica, complica o anula la conversión de interacciones en votos. De paso, poco se usa lo digital en procesos de inteligencia colectiva y colaborativa, cuando allí hay una oportunidad enorme, no solo de campaña, sino de democracia.
Con estos elementos y los indicadores de imagen y contexto en el que se desarrolla la elección, no se vislumbran mayores movimientos, ni mayor esfuerzo en motivar esos movimientos en la percepción, opinión e intención de voto de los ecuatorianos. No hay campaña. Sin campaña, no hay movilización de percepciones; sin citas no surge el enamoramiento.
Así las cosas, cuando usted asista, con mascarilla, alcohol y esferográfico a esa cita a ciegas de febrero; podría ser útil:
Si usted es elector, busque la aguja en el pajar. No es el mejor momento para que cualquier candidatura golpee a su puerta, timbre a su teléfono o aparezca en sus redes sociales. Aun así, movilizar el estado de ánimo y las certezas de un país es una construcción colectiva, de la política, los políticos y sobre todo, de las y los ciudadanos.
Si usted es candidato, no subestime al elector. Si le llega a ir bien (y gana la elección), tendrá que gobernar y, la política económica, la promoción social, la lucha contra la violencia de género, la gestión de pandemia e incluso, mantenerse en el cargo, requieren bastante más esfuerzo, método y datos que un tag de Tik Tok. No haga de política un emprendimiento electoral.