Por: Héctor Calderón
Hace varios años, se escuchaba a la oposición de Rafael Correa criticar el que ese gobierno haya hecho un esfuerzo enorme por recuperar la viabilidad en el Ecuador. El “pero tenemos carreteras” intentó minimizar la importancia de tener autopistas de primer orden en el país.
Hoy, lastimosamente, ya ni el tenemos carreteras nos sirve. Las vías, sobre todo, de la Costa ecuatoriana están destrozadas. Ningún Gobierno, posterior al de Correa, ha sido capaz de, al menos, dar mantenimiento a estas vías.
¿Por qué es necesario tener buenas vías? Muy simple: conectividad. Con carreteras en buen estado los agricultores, productores, artesanos pueden sacar sus productos con facilidad. Las poblaciones alejadas pueden recibir servicios, pueden ser abastecidas de productos y pueden contar con transporte público. Y no olvidemos, el tener buenas carreteras dinamiza el turismo. Hoy, por ejemplo, viajar de Quito a Esmeraldas es un calvario. Desde Quinindé hacia el norte la vía está destrozada y se convierte en un riesgo para los viajeros.
El odio ha hecho que lo bueno que sí se hizo también sea desechado. No son solo carreteras son vías que dinamizan la economía y mejoran la calidad de vida de la gente que vive alrededor de ellas.
Que el invierno ha sido crudo sí, que los dos gobiernos anteriores no hicieron nada en este tema también es cierto; pero es necesario que ya alguien haga algo. En la presidencia transitoria de Daniel Noboa ya es imposible. El desafío estará en el gobierno que llegue en el 2025 y que entienda la importancia y urgencia de recuperar el trazado vial en el Ecuador.
Ojalá hoy, y a puertas de un feriado nacional, pudiéramos decir que al menos tenemos carreteras.
La opinión de Héctor Calderón