Por: Wilson Benavides Vásquez, analista político
La temprana eliminación de la selección ecuatoriana del mundial de Catar fue un balde de agua fría, una “vuelta a la realidad” que aún nos duele. La victoria ante el anfitrión y el empate con Países Bajos, equipo que derrotó a Senegal, nos hicieron suponer que teníamos en el bolsillo la clasificación a los octavos de final, en un partido contra el campeón de África, al que “solo” debíamos empatar.
Pero la realidad se impuso, siempre tiene esa virtud, por dolorosa que sea. El equipo senegalés nos superó durante todo el primer tiempo, en el que -siendo sinceros- pudimos haber recibido una goleada de proporciones históricas de no ser por la falta de definición de sus delanteros.
El planteamiento táctico de Gustavo Alfaro no funcionó al menos durante los primeros 45 minutos, en los que los africanos se impusieron sobre nuestra selección con un gol de penal tras una falta del defensa Piero Hincapié, una de las revelaciones de las eliminatorias y quien juega en un equipo de la primera división del fútbol alemán.
Ya en la segunda mitad, Ecuador retomó el nivel de los primeros cotejos logrando empatar el partido con un gol de Moisés Caicedo luego de un tiro de esquina. Sin embargo, la realidad nuevamente se impuso y la alegría del empate nos duró menos de cinco minutos luego de que el defensa central de Senegal aprovechó un rebote de la zaga ecuatoriana y disparó directo al arco, sellando la victoria de su selección sobre la Tri dos tantos a uno.
Este resultado nos dejó fuera del campeonato siendo eliminados apenas en la fase grupos y sin que el equipo de Alfaro logre romper el récord histórico conseguido por la selección nacional en el mundial de Alemania 2006, donde logró llegar a octavos de final siendo eliminada por Inglaterra.
Tras el shock de la derrota, superar el bajón anímico de los jugadores, el técnico, los periodistas y los hinchas que viajaron a Catar, así como de los miles de ecuatorianos que miramos el partido por televisión se canalizó a través de un “gracias selección”, que, sin embargo, nos deja un extraño sin sabor tanto en términos reales como simbólicos. En lo real, nuestro equipo no superó lo hecho en 2006 y en lo simbólico, su derrota nos trajo de súbito de vuelta a la realidad.
Una realidad politizada y angustiante. Jorge Glas recuperó su libertad, el gobierno firmó el decreto para convocar a una consulta popular y referéndum que empatará con las Elecciones Seccionales y del CPCCS del próximo 5 de febrero; la CONAIE anunció su descontento con los resultados de las mesas de diálogo luego del paro nacional de junio pasado; la Asamblea Nacional aprobó un proyecto para derogar la Ley de Desarrollo Económico y Sostenibilidad Fiscal vigente desde hace un año, y el Ejecutivo incrementó a 450 dólares el salario básico unificado, cifra “exorbitante” para el sector empresarial.
Como ven, volvimos a lo de siempre. El sicariato, la delincuencia, el desempleo, la migración forzada, la corrupción y la desinstitucionalización del país retoman el paisaje social del Ecuador, como un cáncer que empieza a convertirse en metástasis. Las fiestas por los 488 años de fundación de Quito y la proximidad de la Navidad y el fin de año serán solo unos paliativos previos para lo que nos espera el 2023. La realidad siempre se impone.
La opinión de Wilson Benavides.