Por: Karen Garzón Sherdek
Para Amartya Sen si bien la democracia no es universalmente practicada o aceptada, la gobernanza democrática ha alcanzado el estatus de ser considerada como lo correcto. Cuando vemos a un país democrático con altos índices macroeconómicos pensaríamos inmediatamente que sus habitantes cuentan con altos estándares de vida o que por lo menos las brechas de desigualdad son bajas. Lo cierto es que vivimos en un mundo interdependiente y globalizado, pero con fuertes brechas sociales. La desigualdad de ingresos se ha incrementado rápidamente en países como India, Estados Unidos, China y Rusia, que cuentan con indicadores macroeconómicos altos y que incluso están considerados como economías desarrolladas y emergentes; pero cuyas brechas de desigualdad se han profundizado.
Así, en China, Estados Unidos y la Unión Europea la proporción de riqueza manejada por el 1% más rico del mundo pasó de 28% a 33%, mientras que la del 75% de menor riqueza fluctuó en 10% entre 1980 y 2016, generando así un impacto sustancial en la pobreza mundial. A pesar de que muchos países hacen esfuerzos importantes para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sustentable, la pandemia de la Covid-19 ha dejado secuelas terribles en diferentes ámbitos económicos y sociales, entre ellos el acceso a la educación y la pobreza.
¿Qué impacto puede tener la desigualdad para el futuro de la democracia? A pesar de que no existe un modelo democrático que pueda ser usado universalmente, la población (en general) ve con buenos ojos el sistema democrático puesto que este es incluyente e igualitario (una persona un voto) y no es impositivo. Asimismo, para Boix (2003) la estabilidad democrática está correlacionada con el desarrollo económico ejemplificando que, tras la Segunda Guerra Mundial, el ingreso per cápita de los países se ha incrementado y a su vez la posibilidad de que un país sea democrático. Así “mientras solo el 20% de los países con un ingreso per cápita de $ 1,000 han sido democráticos desde 1950, alrededor del 40% lo han sido con $ 4,000 y el 90% con $ 11,000 o más; y en ninguno se ha caído la democracia con un ingreso superior a $ 7,000”.
Este breve análisis nos permite reflexionar sobre cómo indistintamente de la ideología de los gobiernos, estos deben invertir en aspectos sociales para la población y así reducir de las brechas de desigualdad.