Por: PhD © María Eugenia Molina
Hoy 5 de enero se conmemora el Día del Periodista Ecuatoriano, esta vez se lo hará en medio de una crisis que no pasa solo por la pandemia del Covid-19, sino por la de credibilidad y la falta de autocrítica de quienes practicamos esta profesión, además del notorio divorcio de varios sectores de la prensa con las necesidades y sentires de lxs ciudadanxs, que son, finalmente, a quienes nos debemos en este oficio que, siendo uno de los más difíciles, es también de los más hermosos.
Creo firmemente que es el momento para dejar de lado los elogios y las palmadas de espalda «por el festejo de nuestro día». Más bien, sea la oportunidad para contribuir a un debate transparente y profundo acerca del camino por el que se dirige la profesión, interpelarnos si, efectivamente, contrastamos, contextualizamos, verificamos, damos espacios a nuevas voces, o nos quedamos con la misma lista de invitados dando la vuelta en nuestras agendas semanales, haciéndole poco favor al equilibrio informativo y a la pluralidad.
Si tomamos las distintas aristas para producir nuestro trabajo o nos conformamos con mostrar la visión que nos acomoda, en una suerte de posverdad. Muchas veces, llenándonos la boca y el corazón de rencores y resentimientos que trasladamos a la sociedad a modo de confrontación, sobre todo en las redes sociales y en la «opinión», aquella que algunos creen que es ilimitada y se puede decir lo que sea, sin beneficio de inventario.
Estoy segura que cada unx de nosotrxs, desde nuestras respectivas trincheras, tanto en los medios, las redes, las organizaciones, la academia, estamos aún a tiempo de hacer un trabajo en el que prime el rigor. Pero también la credibilidad, la amabilidad, el respeto y la tolerancia por el otrx, que es nuestrx colega de profesión, no nuestrx enemigx. En fin, queda mucho para la reflexión y la autocrítica.