Por: Tatiana Sonnenholzner, especialista en comunicación digital
Un meteorólogo dijo a la BBC en español en una entrevista: “Estas cosas no deberían ocurrir en un país desarrollado que cuenta con los medios con los que cuenta España», refiriéndose a las afectaciones tras el DANA en Valencia. Imaginen saber esto: que la tragedia se pudo mitigar, que los más de 211 fallecidos podrían seguir con vida, que los desaparecidos no estarían bajo lodo, escombros y agua, que los daños materiales pudieron ser menores y que perderlo todo no sería una opción.
Indignación, rabia y dolor es poco de lo que se puede sentir. Imaginen esta brutal frase con un predicado que dijera: “…en un país no desarrollado, que no cuenta con los medios, como Ecuador”. ¿Cómo sería esta catástrofe si, después de casi 9 años del terremoto, todavía las zonas afectadas no se recuperan?
“No se puede comparar”, dirán algunos necios, y esto, más allá de ser una comparación, es un deseo de recapacitación y aprendizaje. Hay que saber observar también a los lados, tomar ejemplos y adaptarlos a las realidades. Me aterra solo imaginar esta posibilidad en el país donde vive mi madre. Lamentablemente, esta cruel realidad es cuestión de tiempo, por cómo avanza el calentamiento global y el daño ambiental.
Estos casos no se pueden evitar, pero sí mitigar con prevención, planes, estrategias e inversión… básicamente, con hacer el trabajo. Aterrizando en otro plano, no existen las casualidades ni la suerte. Todo lo que ocurre tenía que ocurrir, y por eso la tecnología, la ciencia y las nuevas herramientas nos sirven para prevenir. Eso mismo que está sucediendo es consecuencia de las acciones u omisiones de alguien o algo en el pasado. Lo que pasa es porque alguien hizo algo. Por ello, es innegable el hecho de que existe un culpable —o varios— que debió mover los hilos y tomar decisiones para precautelar el capital humano y sus bienes materiales. Sin embargo, la preocupación estaba en eso que empaña el verdadero sentido de la política.
Así como nada es casualidad, también creo que lo que pasa debe servir, aunque sea, para aprender. Aprendamos de una vez por todas de nuestros propios errores, de lo que sucedió y está sucediendo a nuestro alrededor. Porque cuando el desastre llegue, ya será demasiado tarde, y culpables o inocentes, nada de eso cambiará el destino. Servirá tal vez para punzar en la herida y volver a lamentar que eso se pudo evitar.
Hace poco leí a un científico español que escribía: “España es un país que funciona cuando no necesita a los políticos, y cuando los necesita, no están”. Así mismo, Ecuador: el país funciona porque la gente lo mueve; mientras no ocurra nada que requiera atención inmediata, no nos damos cuenta de la inatención. Lastimosamente, últimamente todo requiere atención inmediata; todo es urgente, todo debe ser tratado ahora. Todo eso que, de alguna u otra forma, se puede controlar. No esperemos a que lo incontrolable, como los efectos del daño ambiental y el poder de la naturaleza, vuelvan a sacudirnos para ver cuánto peor podemos estar.
La opinión de Tatiana Sonnenholzner.