Por Karen Garzón-Sherdek
Luego de que se proclamaran los resultados de la primera vuelta electoral en Perú que anunciaban una segunda vuelta entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori, el país andino se fragmentó entre dos polos opuestos. Cabe mencionar que en primera vuelta hubo 18 candidaturas a la presidencia lo que evidentemente generó una dispersión del voto, haciendo que Castillo obtenga el 18.9% y Fujimori el 13.4% de los mismos. Frente a este escenario, la campaña electoral para la segunda vuelta se concentró entre el “antifujimorismo” y el “anticomunismo”, mostrando un Perú completamente dividido.
Una vez concluida la jornada electoral, las encuestas a boca de urna anunciaban que Keiko ganaba por un estrecho margen, horas más tarde se conocía con el conteo rápido que Castillo llevaba la delantera. Como es lo responsable y más con resultados tan estrechos, se debe esperar la proclamación oficial de los resultados por parte del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) una vez que este termine de resolver las apelaciones de nulidades presentadas. Pero esto no ocurrió. Al ver que avanzaba la contabilización de las actas y que Castillo lideraba los resultados, Fujimori indicó en rueda de prensa unas supuestas anomalías y empezó la campaña de un fraude, del cual no existen pruebas. A pesar de que Fuerza Popular ha entregado múltiples actas para las correspondientes impugnaciones, las mismas han sido rechazadas.
Así, mientras Keiko opta por la desestabilización política alegando un supuesto fraude que no ha podido comprobar con evidencia, ha solicitado una auditoría internacional al sistema informático electoral. Lo que cabe en democracia es que una vez conocidos los resultados, quien pierde los acepta. Por su parte, los organismos electorales internacionales, como la Organización de los Estados Americanos, han felicitado a las y los peruanos por haber expresado su voluntad de manera pacífica y democrática en las urnas, y han reconocido la organización de un proceso de alta complejidad por parte de las autoridades electorales.
Ahora más que nunca Perú necesita recuperarse de los efectos devastadores de la pandemia de la Covid-19 y de la inestabilidad política de los últimos años. No obstante, lo que hemos evidenciado en las últimas semanas ha sido una laceración al Estado de derecho y a la democracia del país andino, irrespetando el voto de la mayoría del electorado.