El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Ese es el nombre oficial asignado a este día de conmemoración en todo el mundo y que las mujeres, los movimientos feministas y toda la sociedad debemos llevar en nuestras conciencias.
El 25 de noviembre surge como fecha para recordar el brutal asesinato de las tres hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa) bajo la dictadura de Trujillo en República Dominicana en 1960.
En 1981, las feministas reunidas en el Primer Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe (conocido por sus siglas como EFLAC) decidieron que este sea el día de conmemoración de la lucha en contra de la violencia hacia las mujeres. Fecha que fue posteriormente señalada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1999, con una resolución haciendo de esta fecha nacida en Latinoamérica un día de reconocimiento mundial.
Hablar de violencia hacia las mujeres significa también hablar de las violencias que todas las mujeres hemos vivido en algún momento de nuestras vidas. Siempre digo tristemente -y sin miedo a equivocarme- que todas, absolutamente todas las mujeres ecuatorianas y latinoamericanas hemos vivido y experimentado algún tipo de violencia en el trayecto de nuestras vidas.
Hablar de violencia hacia las mujeres significa romper el miedo o la vergüenza que muchas veces hace que las mujeres neguemos que hemos sido víctimas de violencias.
Hablar de violencia, además, significa reconocer que hemos sido expuestas de forma estructural y permanente a ellas.
Hablar de violencia significa reconocer que nuestras madres, abuelas, hermanas, primas y amigas también han sufrido violencia.
Hablar de violencia demanda una fortaleza que no todas las mujeres podemos asumir, porque hablar de violencia, nombrarla y exponerla siempre significará exponernos a más violencias y agresiones.
Hablar de violencia es irse en contra del estatus quo de una sociedad que niega -muchas veces- nombrar a las violencias como violencias.
Y es que es muy difícil nombrar y hablar de violencias cuando la gente que comete o que permiten que esas violencias existan, las niegan.
¿Cómo podemos erradicar algo que la gente no reconoce que existe?
Para erradicar las violencias, las mujeres hemos tenido que insistir sin dejar de persistir en la definición y descripción de los actos dirigidos con el objetivo de violentar a una mujer. Actos que muchas veces son avalados, normalizados y hasta aceptados por la sociedad en general.
Es que un golpe, un insulto y las constantes humillaciones y acosos que las mujeres recibimos no solo merecen el repudio de la sociedad, sino el reconocimiento y la visibilidad de quienes ejercen las violencias.
Pero… ¿Qué sucede con los micro machismos? ¿Qué hacemos para reconocer y nombrar a las violencias sexuales, psicológicas, emocionales, económicas, patrimoniales, laborales, institucionales, chantajes, extorsiones, manipulaciones, opresiones y explotaciones?
A esta lista le sigue un interminable listado de violencias existentes, pero que no son reconocidas como tal.
¿Estamos conscientes y comprendemos todo aquello que caracteriza los círculos de violencia?
¿Sabemos y hablamos sobre las relaciones tóxicas a las que las mujeres nos sometemos por un sinfín de razones como son la dependencia emocional, económica o laboral?
Mi respuesta es clara: ¡NO!
Aún las sociedades ecuatorianas y latinoamericanas no estamos conscientes, ni comprendemos, ni sabemos y mucho menos, hablamos sobre las violencias que nosotras vivimos o que las mujeres a nuestro alrededor experimentan a diario.
¿Qué estamos haciendo para frenar la violencia?
Hablar de la violencia hacia las mujeres es hablar también desde mis propias vivencias y de las formas y maneras como yo he sido violentada.
Desde mi feminismo, me prometí a mi misma, luego de haber roto una de las relaciones laborales más tóxicas que he tenido en mi vida (sí, las feministas no estamos libres de estar y mantener cualquier tipo de relaciones tóxicas), que nunca más iba a guardar silencio ni quedarme callada frente a cualquier agresión y violencia que yo o alguna mujer a mi alrededor experimentemos.
Sé que no puedo cambiar a las personas, pero si sé que con el poder de la palabra que es lo único que tengo como herramienta en mis luchas, puedo manifestarme escribiendo lo que pienso y creo, y quizás así logre llegar a las consciencias de una o dos personas que reflexionen y en su alma interior se pregunten:
¿Qué estoy haciendo yo para frenar las violencias en contra mía, o en contra de las mujeres a mi alrededor?
Hablar de, y mencionar a las violencias, sobre todo cuando las mujeres tenemos la posibilidad de hacerlo en nombre propio, nos llevará a que quienes ejercen y se benefician de esas violencias y agresiones, las nieguen y hasta lleguen a acusarnos de: “revoltosas, exageradas, violentas, victimizadas, tóxicas”, etc.
Si los epítetos que recibimos cuando confrontamos, servirían para acallarnos, yo no estaría escribiendo este artículo.
¡Romper el silencio es romperse también!
Romper el silencio es un proceso personal y muy íntimo y ninguna, absolutamente ninguna mujer, debería ser juzgadas por vivir su proceso.
Y es que siempre escuchamos expresiones como: “es que es culpa de ella” “para qué se deja”, palabras de juzgamiento hacia las mujeres que viven violencia y que se convierten también en una sentencia de violencia en contra de ellas. Es que queda claro que las personas que creen estas expresiones y las dicen, son personas que ignoran y no comprenden absolutamente nada de lo que son los círculos de violencia y lo que conlleva romperlos.
Pues sepan, que cuando una mujer está lista y decide romper no solo el silencio, sino el círculo tóxico en el que se encuentra, es porque ella está lista para asumir todas las consecuencias de ese rompimiento.
No me cansaré de repetirlo y reiterarlo: para una mujer, romper el silencio y los círculos tóxicos y de violencia, significa exponerse a más violencia y agresiones, porque sabemos que de alguna u otra manera el silencio nos protege.
Lo que sí estoy segura y lo sé porque lo he vivido, es que cuando las mujeres rompemos el silencio y el círculo tóxico que nos domina, nos llenamos de una fortaleza que nos vuelve tan poderosas, que nada ni nadie puede detenernos. Aunque nunca falta la voz cómplice de las violencias que nos llaman siempre a “calmarnos” o a “no exagerar” o peor aún a “no causar daño”.
Las sociedades aún nos subestiman y no se dan cuenta que las redes de apoyo que construimos las mujeres para apoyarnos, es la fortaleza de la que nos nutrimos. Parecería ser que a las sociedades y a lo que consideramos como poderes fácticos no les interesa que las mujeres seamos libres, fuertes y seguras de nosotras mismas, porque eso significaría también que perderían no solo sus privilegios, sino el poder de control y de dominación sobre nuestras vidas, cuerpos y mentes.
Cuando las mujeres rompemos el silencio y los círculos tóxicos de violencia, nos embarcamos en un viaje de vida que no sabíamos que existía y que no hubiera sido posible si no rompíamos a lo que nos atábamos. Nos damos cuenta además que, el guardar silencio sobre las violencias era lo que las mantenía.
Desde mi feminismo y desde mis vivencias personales, sé que amarme, cuidarme y respetarme a mí misma es y seguirá siendo un acto revolucionario que muchas personas querrán e intentarán menospreciar y hasta atacar.
Mientras existan violencias hacia nosotras, los movimientos feministas y de mujeres, estaremos recordando cada 25 de noviembre lo que es vivir y confrontar violencias y agresiones de todo tipo, todos los días y en todas partes.
Antes de la pandemia, yo pasé los últimos 25 de noviembres marchando, caminando y compartiendo junto a otras mujeres de diferentes países de mi amada América Latina. Marché en varias ciudades de la región en compañía de mujeres que admiro, quiero y amo, y que me inspiran a seguir en la lucha por erradicar las violencias que las mujeres vivimos.
Este 25 de noviembre no estaré marchando, pero sí estoy manifestándome a través de estas letras que es por ahora mi forma de marchar y decir:¡Guardar silencio sobre las violencias que vivimos las mujeres, es violencia!