Por: María Eugenia Molina. Doctora Ph.D. en Comunicación. Consultora y académica
A poco más de un mes para que las y los ecuatorianos vayamos a las urnas, esta vez a elegir binomio presidencial y asambleístas para un período de transición, que, marca la cancha sobre la pertinencia de lo que ofrecen los candidatos y cómo lo van a cumplir, se vuelve imperativa la claridad de las propuestas que les hacen a un electorado que cada vez cree menos en promesas de campaña que poco tienen de realizables, más cuando los planes de acción que se presentan a los votantes no se enmarcan en la realidad del tiempo y de las circunstancias de los ecuatorianos.
Es verdad que un candidato está para inyectar esperanza de mejores días a la gente, al tiempo que no es menos cierto que no hay fórmulas mágicas para hacer grandes obras en un año y seis meses, por ello es clave que los ofrecimientos tengan asidero en líneas programáticas que se ajusten a las necesidades de la gente, y que se puedan realizar dentro del tiempo que gobernará el próximo/a mandatario/a. Existen tres temáticas que, de suyo, hoy por hoy, se constituyen en fundamentales para la vida de los ecuatorianos: seguridad, manejo del riesgo frente al fenómeno de El Niño y la salud.
Quien pueda tratar estas tres grandes líneas con solvencia, claridad y desde el qué y el cómo tendrá una ventaja sobre otros que se abren a demasiadas líneas sin detenerse a analizar estos aspectos, sin fijarse en el timing y en estas problemáticas que nos aquejan; aquel candidato/a que demuestre un liderazgo capaz de cumplir los objetivos de mejorar la calidad de vida de la población y que se dedique a construir esas estrategias, será mucho más valioso que quienes presenten un discurso confrontativo en el que se busque atacar a los contendientes por temas de índole personal y que, a estas alturas de una campaña tan corta, no abona a buscar soluciones para los problemas del país.
El carisma por sobre el insulto y la descalificación; la integridad, capacidad de unir, por sobre la de confrontar; la escucha activa sobre los gritos y el baile sin condumio; la facilidad de comunicarse mediante el diálogo, dejando la ofensa aleve, son, entre otras, las características que se requieren en esta campaña y en el ejercicio del poder para un país que de lo negativo ha tenido bastante en los últimos años y que requiere de mucha menos polarización y más propuestas reales y concretas.
La campaña en la que nos encontramos inmersos los ecuatorianos debe ser el momento para que los candidatos propongan y respondan con prestancia a las dudas y necesidades de los públicos, que el marketing electoral propio de este tiempo sea el soporte para transmitir mensajes serios y propuestas sustentadas, recordemos que la comunicación electoral debe ser el soporte para la interacción con los electores y sus problemáticas, y no el tiempo para “destrozar” al rival valiéndose de la ridiculización, del pasado personal; mientras la violencia, la delincuencia y la criminalidad se apoderan de nuestras ciudades, el fenómeno de El Niño está ad portas de hacerse presente y la salud, tanto física como mental es una tarea pendiente en nuestra sociedad.
Esperar que esta campaña esté libre de bailes, zapateos y otras pantomimas, es, quizá, irreal y por ello irrealizable; pero, es nuestro derecho ciudadano exigir a quienes aspiran al sillón de Carondelet que aquello sea lo menos, y que lo más importante constituya la capacidad, compromiso y claridad para liderar estrategias de cambio a favor de los ecuatorianos, que quien llegue al poder, lo haga teniendo claro qué y cómo ejecutará su plan de gobierno, no hay tiempo para más experimentos.
La opinión de María Eugenia Molina.