Por: Ph. D. © en Comunicación Social, María Eugenia Molina
Cuando hablamos de Comunicación Electoral no podemos hacerlo por fuera de procesos amplios de Comunicación Estratégica, pues la primera subyace de la segunda dentro de las necesarias imbricaciones que conllevan, tanto desde las políticas que buscan que las instituciones logren estructurar información de calidad que permitan a la ciudadanía conocer con rigurosidad los procesos electorales en los que está implícita, como desde su derecho a una información transparente que amaine el riesgo, la inquietud, e impaciencia que las carreras electorales producen, máxime en momentos tan atípicos como los que vivimos actualmente.
En ese sentido, el CNE, en su calidad de máximo organismo electoral ecuatoriano que se rige, según su propia descripción, por su transparencia, celeridad y probidad, en el transcurso de este proceso electoral, ha dejado varias incertidumbres a los ecuatorianos, “la incertidumbre está relacionada con la naturaleza y con las consecuencias potenciales de la amenaza…” (Boin et al., 2007), debido a varias acciones disfuncionales, que pasan desde la organización del debate presidencial (foro a mi concepto) a muy poco del día de su realización, en el que incluso se cambió de moderador, solo unas cuantas horas antes de su desarrollo.
Pasando por la impresión de papeletas para la elección del binomio presidencial, con un error en más de seis millones de ellas, debido a la inclusión de un logotipo que no correspondía, material que aún no se conoce cómo y cuándo será destruido y quién o quiénes asumirán el costo del error, sin olvidar que varios envíos de kits electorales al exterior fueron realizados sin la papeleta para la elección de parlamentarios andinos, o la desacertada decisión del domingo 7 de febrero de no permitir el ingreso de los votantes a los recintos electorales, lo cual causó malestar en la ciudadanía y que fue corregida en horas de la tarde, cuando las mayores congestiones ya se habían producido.
Aunque existen varios errores adicionales, quiero referirme a uno que se dio el domingo en horas de la noche, concretamente luego de la aparición de la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Diana Atamaint, dando cuenta de los resultados del conteo rápido realizado por el organismo de su dirección y los nombres de los binomios finalistas; pero, a minutos de tal intervención, se difundió un nuevo corte del conteo rápido en el que uno de los binomios no correspondía a lo que la presidenta del CNE expresó, con lo cual generó molestia, riesgo e inseguridad para el país, que seguía absorto este cambio.
Hubo una explicación de parte de uno de los consejeros del CNE del por qué de este cambio, pero la dicotomía de la información estaba dada ya, si había el riesgo de una modificación, se pudo optar por esperar unos minutos más, o bien, explicar a las audiencias que no era posible, en ese momento, dar el nombre del segundo binomio que entra al balotaje, tomarse un tiempo prudencial y salir con información más certera.
La Comunicación Electoral con yerros de esta magnitud no solo puede ser entendida como falta de transparencia, sino que deja a la institución en un alto nivel de exposición de carácter negativo, que abona a los eventos ya producidos a lo largo de este período electoral; ello deja entrever que no anticiparon las serias consecuencias de tales acciones, ni sus equivocaciones e inexactitudes de carácter interno, lo cual puede ser la causa de crisis en las organizaciones y sujetos políticos, así como en la opinión pública en general.
Lo realizado la noche del domingo por el CNE en este sentido, es una falta de cautela y estrategia de manejo de crisis, pues, lo contrario, es decir, saber gestionar estas situaciones se puede definir como “la capacidad de una organización para reducir o prever los factores de riesgo e incertidumbre respecto del futuro, de forma que se capacite para asumir de manera rápida y eficaz las operaciones de comunicación que contribuyan a reducir o eliminar los efectos negativos que una crisis pueda provocar…” (González Herrero, 1998).
Con lo dicho, concluyo que, en muchos pasajes de este proceso, el organismo electoral ecuatoriano no está comunicando certidumbre, claridad, sino que, con sus equivocaciones, pudo incitar a la conflictividad en medio de una campaña que, por los factores ya conocidos, cuenta con altos niveles de tensión.