Por Tamara Idrobo
La medalla de oro de Richard Carapaz en los Juego Olímpicos de Tokio el pasado sábado 24 de Julio, nos removió la “ecuatorianidad” que llevamos en el alma a quienes amamos a esta nación ubicada en la mitad del mundo y a la que le pertenecen las inigualables Islas Galápagos.
Entre todas las repercusiones que esta medalla de oro ha traído y más allá de todo tipo de debates que se han desatado dentro y fuera de Ecuador, yo creo que el logro de Richard Carapaz a parte de emocionarnos hasta las lágrimas al ver la bandera tricolor izarse en una asta y estar acompañada por las entonaciones de nuestro himno nacional, nos obligó a vernos internamente y a tener masivamente una reflexión sobre lo que significa ser ecuatoriana/o. A esta identidad es a la que yo llamo como ecuatorianidad y como siempre, no puedo sino hablar desde MI ecuatorianidad.
No, para mi la ecuatorianidad no es solamente ese sentimiento patriótico que tenemos cuando hay algún logro deportivo, o cuando confrontamos algún desastre natural. Tampoco es únicamente esa pasión desmedida que sentimos por nuestra deliciosa comida, ni exclusivamente los suspiros que arrancan nuestros hermosos paisajes mega diversos. Mucho menos es el fanatismo político que muchas personas descargan todos los días en cada opinión sobre cualquier tema que es vertido en las redes. No.
Para mi, la ecuatorianiad es todo aquello que nos constituye y conforma en la manera de ver la vida, de construirla y de vivirla dentro o fuera de Ecuador. La ecuatorianidad es lo que yo soy y ejerzo dentro y fuera de mi casa. La ecuatorianidad es aquello que me recuerda la nación de dónde provengo cada vez que he alcanzado un logro de mi vida. La ecuatorianidad es la sonrisa que mi rostro expresa cada vez que me preguntan sobre mi país de origen, es ese sentir en mi corazón cada vez que nombro la palabra ¡Ecuador!
Pero para mi, la ecuatorianidad también es dolor, rabia, frustración, resentimiento, fuerza, resistencia, y rebeldía.
La responsabilidad de ser embajador de Ecuador en otros países
Quienes vivimos fuera del país, sabemos la responsabilidad que conlleva la ecuatorianidad de ser embajadora/es de nuestra Patria en donde quiera que vayamos o estemos y, en cualquier cosa que hagamos o emprendamos.
Yo soy una de esas mujeres que lleva su ecuatorianidad en todos los espacios donde me encuentro. La mayoría de los espacios donde yo me desenvuelvo, es decir, en ámbitos profesionales y sociales están constituidos por personas provenientes de diversos países del mundo donde yo suelo ser la única latinoamericana y cuando no, sí soy la única ecuatoriana. Es justo en estos espacios donde mi ecuatorianidad se manifiesta a través de mis capacidades y mi manera de desenvolverme. Obviamente, mi ecuatorianidad también está profundamente marcada por mis raíces familiares y no exclusivamente solo por las culturales.
Cuando hablo de Ecuador con personas que poco saben o que nada conocen sobre nuestro país, siempre les explico que provengo de una pequeña nación biodiversa que tiene todos los climas y paisajes inimaginables y que no solo se limitan a las maravillas de las Islas Galápagos. “Ecuador es el paraíso” yo suelo decir.
Estoy consciente que mi ecuatorianidad puede sonar muchas veces petulante para ciudadana/os de otros países a quienes suelo explicar qué es el Ecuador, pero como estoy muy convencida de lo que digo, no suelo detenerme a medir si mi convicción por las maravillas naturales y gastronómicas que mi país tiene, incomoda o no a mis interlocutoras/es. Usualmente, suelo finalizar mi conversación invitando a que lo visiten para que confirmen mis palabras.
En una ocasión, cuando yo practicaba mi ecuatorianidad promocionando al país alguien me confrontó sin rodeos, como suelen hacer las personas de países nórdicos, con una pregunta: “¿si tan paraíso dices que es el Ecuador, por qué no vives allá?” … atiné a contestarle con lo que mi ecuatorianidad me dictaba: “porque luego de haber nacido y vivido en el paraíso, ¿qué mas queda por conocer?, pues ¡este país y esta sociedad donde tú y yo estamos ahora!”.
Lo que nos sobra en biodiversidad nos falta como sociedad
Claramente, no quise visibilizar en mi respuesta la explicación sobre las dificultades sociales y culturales tan agudas y complejas que tenemos como nación y que, en un suspiro, cualquier persona que conoce el Ecuador se dará cuenta de que YO al vivir fuera del país, soy uno de los tantos de millones de ejemplos claros de que todo lo que nos sobra en naturaleza y gastronomía, nos falta como sociedad.
Así como a Richard Carapaz y tanta/os otra/os deportistas de élite su ecuatorianidad les llevó a prepararse en otros países, millones de personas nos hemos visto obligadas, o hemos elegido cuando hemos podido, salir del país para buscar nuestro futuro profesional, emocional y familiar en otras coordinadas.
El vivir fuera del país nos lleva a trabajar y luchar muchas veces en desventaja, y digo desventaja porque “competimos” con la gente en los países donde nos encontramos que tuvieron o tienen más y mejores oportunidades, porque están mejor posicionada/os, porque tuvieron más privilegios, o porque simplemente trabajan o viven en una nación donde hablan su propio idioma natal.
En mi caso, es justamente en estas circunstancias donde siento que si bien mi ecuatorianidad puede ser una desventaja, es a ella a la que acudo cuando necesito fortalecerme para obtener las energías y fuerzas para seguir adelante y superar cualquier obstáculo, no suele ser fácil, pero yo sé que siempre puedo lograr lo que me propongo.
Es necesario sacar las ecuatorianidades del anonimato
Iván Sierra @mrjohnkeating en uno de sus trinos, mencionó que los logros deportivos “no dan rentabilidad monetaria ni garantizan medallas”, como tampoco lo hacemos quienes de alguna u otra manera, posicionamos el nombre del Ecuador fuera de él a través del ejercicio continuo de nuestra ecuatorianidad en las naciones donde residimos, en los espacios donde socializamos, en las áreas donde trabajamos, o en los activismos donde colaboramos.
Por su parte, quienes están y viven en el Ecuador también ejercen su ecuatorianidad desde sus realidades cotidianas, muchas de ellas llenas de desafíos y dificultades constantes.
Juan F. Román (en twitter como @JuanFraRoman) en su editorial de esta semana titulado “El mal agradecido” hace un repaso extenso sobre la realidad de una nación que, de una forma no deportiva, se salta su Constitución para no cumplirla. Juan F. hace un relato sesudo sobre la reacción de la sociedad ecuatoriana al logro deportivo de Richard Carapaz.
Cuando leía sus palabras sentía que describía la ecuatorianidad local de todas las personas que se manifestaron, insisto, siempre desde lo que son y desde donde se encuentran, sobre lo que significa alcanzar un logro de la trascendencia de una medalla de oro en Juegos Olímpicos.
Juan F escribió “Hay ecuatorianos extraordinarios, tan extraordinarios, que se vuelven leyenda por encima de su propio país.” a lo que yo añado que efectivamente existimos ecuatorianas y ecuatorianos extraordinaria/os que estando dentro o fuera del país, todos los días trabajamos y actuamos desde la creencia de que nos podemos superar positivamente y que, a partir de derrotar a los desafíos y problemas, aportamos continuamente con nuestro granito de arena a solidificar no solo la ecuatorianidad que llevamos dentro, sino que también contribuimos a la ecuatorianidad del colectivo que tenemos como país.
Yo creo que es muy necesario que empecemos a sacar tantas ecuatorianidades del anonimato.
Cuando Richard Carapaz se colgó esa medalla de oro que significaba la recompensa a su esfuerzo y sus luchas, Ecuador estuvo representado en su estatura, en su color de piel, en su fortaleza y sacrificios y sobre todo, en sus dolores y sus lágrimas.
Sin duda alguna Richard Carapaz hizo historia y por eso él ahora hace parte también, de nuestra ecuatorianidad.
Ojalá llegue el día que la ecuatorianidad que llevamos dentro cada una/o de nosotros, nos permita odiar menos y construir más.