En muchas ocasiones, se duda de la palabra de una mujer por lo que tenemos que justificarnos y explicar con mucha paciencia y tino el significado de nuestra palabra.
Nuestra palabra no vale, porque cuando herimos el poder de la masculinidad, de quienes no quieren reconocer sus fragilidades y vulnerabilidades, tenemos que recibir las arremetidas violentas de sus egos lastimados.
Nuestra palabra no vale, porque cuando topamos las fibras finas de las relaciones en las que nuestras vidas se desenvuelven -muchas de ellas de poder- sabemos que vamos a tener que enfrentarnos a la descarga de violencia de quienes se saben superiores y se sienten atacados por nuestra palabra.
Nuestra palabra no vale, porque cuando la usamos, casi siempre nos vemos sumergidas en intercambios donde debemos dedicar todo nuestro empeño para asegurarnos de que el significado de nuestra palabra no se distorsione por parte de las personas que son receptoras de nuestros mensajes.
No es solo nuestra palabra la que no vale, también nuestros sentimientos y nuestras vidas.
Nuestra ira no vale, porque si la expresamos somos vistas como las personas que ejercen violencias y no como las que las recibimos.
Nuestra rabia no vale, porque las sociedades buscan oprimirnos y controlarnos sin comprender el poder que tenemos las mujeres cuando nos unimos para crear redes de apoyo que nos permiten defendernos.
Nuestros sentimientos no valen, porque quienes los reciben no saben como aceptarlos.
Nuestros cuestionamientos no valen, porque cuando contradecimos las personas y las sociedades no saben cómo resolver las polémicas. ¿Por qué no quieren? o ¿Por qué no les conviene?
Nuestras realidades no valen, porque cuando las mujeres somos violentadas quienes ejercen esas violencias ganan poder sobre nosotras. Y somos nosotras quienes tenemos que defendernos con nuestra palabra para probar las violencias que estamos viviendo y que no son reconocidas por la sociedad.
Nuestros relatos no valen, porque cuando las mujeres disputamos los espacios -donde están quienes ejercen control sobre nuestras vidas- éstos buscarán justificar sus agresiones a vista y paciencia de toda una sociedad que les da la razón y les asegura la impunidad.
Nuestros dolores no valen, porque la sociedad o los niega o señala continuamente a las mujeres como las culpables y responsables de tenerlos y sentirlos.
Nuestras vidas no valen, porque las mujeres tienen que morir para que el Estado, la prensa y la sociedad hablen de nuestras vidas.
Nuestras historias no valen, porque luego de que dejan de ser noticia, a las mujeres nos siguen agrediendo, violentando y matando.
Nuestra palabra no vale, porque incomoda al estatus quo de toda una sociedad que no le conviene que las mujeres exijamos y ejerzamos nuestros derechos para poder vivir vidas libres de todo tipo de violencia.
Mientras que nuestra palabra no perturbe a nuestra familia, parejas, amistades, jefes, conocidos, etc., y no exista cuestionamiento alguno, la sociedad machista y patriarcal seguirá ignorándonos, controlándonos, oprimiéndonos, violentándonos y agrediéndonos sin inmutarse.
Desde mi feminismo, hago un llamado a las mujeres a ejercer su derecho del uso de la palabra para confrontar, pero también para defenderse.
A pesar de que no tengo duda, que puede haber personas que sientan sus sensibilidades heridas porque no pueden comprender el significado de la palabra de una mujer, tengo la esperanza de que poco a poco los mensajes de nuestras palabras cambiarán a la sociedad.
Mi llamado es para que las personas que se sienten heridas dejen de ponerse a la defensiva y decidan acompañarnos en este trabajo de comprender el significado de nuestra palabra. Así, habrá más mujeres usando su palabra y más personas escuchándolas.
Yo uso mi palabra para defender mis luchas, mis sentimientos y mi vida.