Por: Tamara Idrobo
En el transcurso de la tercera semana de febrero de 2022, la red social de Twitter en Ecuador se llenó de innumerables historias de mujeres que compartimos nuestras historias de todo tipo de acosos vividos. Bajo el #YoTambiénLoViví varias mujeres tuvimos la valentía de romper los silencios que muchas veces son producidos por nuestros mecanismos de defensa que, a parte de ponernos a salvo, nos ayudan a intentar sanar las heridas que las violencias recibidas nos han marcado no solo nuestros cuerpos, sino también nuestras mentes y almas.
Desde mi feminismo, yo defino al acoso como lo que es: un acto de violencia. Como lo he escrito reiteradamente, a la violencia hay que definirla por las innumerables formas en cómo se expresa y porque a las mujeres muchas veces nos cuesta reconocerla. Violencias que nunca llegan a ser aceptadas como tales por los hombres que las perpetran.
En las historias compartidas por nosotras los denominadores comunes son:
- El miedo que tenemos y manifestamos sentir al mencionar y señalar a los perpetradores. Es que sabemos que al exponerlos nos exponemos a que nos agredan o nos violenten más.
- La negación del hombre que ha perpetrado las violencias, aupado por la negación de su entorno que intentará proteger la reputación del perpetrador asignándole un rol de ser él la “víctima” de lo que se conoce como escrache. A esta negación se suma el hecho que la palabra de una mujer no vale y que ésta es anulada por la ira e indignación, tanto del perpetrador como de su entorno, porque no escatimarán en acusar y tildar a la mujer que osó contar su historia de: “mentirosa, mal intencionada, histérica, problemática, etc.” Y como siempre, no faltará el discurso infalible de que una mujer cuenta su historia solo porque “ella necesita llamar la atención”.
Como resultado de contar estas historias -deseo creer yo- estamos transformando a una sociedad que pareciera despertase de un letargo profundo en el que las mujeres hemos cedido demasiado. Al llenarnos de valor para contar nuestras historias, las mujeres ya no buscamos reparación ni que nos crean. Tan solo buscamos defender nuestras verdades frente a las violencias vividas y pese a que muchas veces hemos preferido silenciarnos y no exponernos, nos damos cuenta de que, con nuestros silencios por olvidar y sanar, hemos contribuido a garantizar la impunidad de los perpetradores de acosos y violencias.
Los hombres expuestos en tantas y tantas historias creen erróneamente que las mujeres buscamos venganza, sin darse cuenta de que las mujeres estamos luchando para que no exista repetición. Es decir, para que ninguna otra mujer tenga que experimentar lo que nosotras ya experimentamos, o vivir y sufrir las violencias que nosotras vivimos.
Finalmente, nos queda claro que las mujeres todavía debemos aprender a desarrollar y adquirir herramientas que nos permitan obtener la valentía de reconocer y rechazar aquellos acosos que nos incomoda y nos violenta. Este trabajo tampoco debe recaer siempre y solamente en las mujeres como las responsables de tener que “permitir” o “frenar” los comportamientos de los hombres.
Mientras las mujeres vivamos y atravesemos a lo largo de nuestras vidas experiencias de acoso y de violencia, conseguiremos la valentía para contar nuestras historias. Tengan la seguridad de que obtendremos esa valentía que se requiere para romper con el poder de la impunidad que muchos perpetradores creen tener.
A los perpetradores este mensaje: sepan que si no aceptan un NO como respuesta y creen que pueden imponerse, detrás de sus actos violentos existirán siempre nuestra respuesta desde el poder colectivo que tenemos cuando las mujeres contando nuestras historias. No lo duden. Estaremos nombrándolos, visibilizándoles y diciendo su nombre y apellido para que ninguna otra mujer tenga que vivir las violencias que perpetraron sobre nosotras.
Al escribir mis historias, al contarlas y nombrar a los hombres violentos y manipuladores, no solo me liberé de sus violencias. También me di cuenta de que la valentía no es de quien la tiene, sino de quien puede ejercerla.
Sabemos que muchas historias nunca van a ser contadas y que muchas otras tardarán en salir a la luz de la denuncia. Y es que tener valor para denunciar significa que las mujeres contamos con las redes de apoyo y con el ambiente necesario que nos sostiene y nos asegura ese apoyo y fuerza que requerimos paras romper el silencio. Y es que cuando las mujeres decidimos romper el silencio, es porque en nuestro interior hemos encontrado la valentía de romper hasta con el miedo que sentimos.
#YoTambiénLoViví, muchas otras lo vivieron y muchas más lo seguirán viviendo. A las mujeres nos acompañará siempre la valentía para defender nuestras verdades, nuestras historias y nuestras vidas desde esta conciencia de la fuerza colectiva que tenemos.
¡Si nos quieren calladas, gritaremos más fuerte!