Leonardo Jaramillo, experto en seguridad, narcotráfico y terrorismo, en entrevista para el programa “Zoom Al Día” de Primera Plana, ofreció un análisis sobre la situación del sistema carcelario de Ecuador.
La transformación del país a una zona de lucha entre diferentes grupos,de guerra comienza a finales de la década del año 2000. Este es un problema serio ante el cual siempre ha sido difícil darle un reconocimiento, en palabras de Jaramillo. Para combatir este tipo de delito, lo primero que se necesita, en cualquier país, es inteligencia. Ecuador ha hecho un trabajo muy pobre al momento de generar inteligencia frente a esta problemática. Ecuador se ha quedado en los años 80 o más atrás.
«La crisis del sistema carcelario se debe a que el Estado ha tomado decisiones muy cosméticas e invisibles en el corto plazo. El problema que tenemos en las cárceles es el hacinamiento. Durante varios años en gobiernos anteriores, la política de seguridad más efectiva y más vendedora es la que más presos mete a la cárcel. El Estado les está obligando a los presos a degradarse o a unirse para sobrevivir»
Ecuador necesita inteligencia
Lo que Ecuador necesita es gente capaz de detectar estos problemas, saber cómo funcionan, dónde están e identificar los puntos débiles. No tenemos inteligencia. El segundo problema que debemos enfrentar es la corrupción. Desde años atrás, se dieron capturas de altos mandos de Oficiales de Policía Nacional y las Fuerzas Armadas que están vinculados al narcotráfico.
Con el caso de ‘Don Naza’ se puede deducir que nuestras fuerzas del orden no son capaces de distinguir esta problemática o en todo caso pueden participar de forma libre y voluntaria en un negocio ilícito porque les representa un rédito mayor. Debería ser ejemplo ante la sociedad de cómo deben conducirse en términos de respetar la ley y el orden establecido. Simplemente no lo hacen porque es más conveniente para ellos. Así mismo funciona la corrupción, en términos generales.
Ecuador debería hacer un saneamiento a sus instituciones. Esto cabe no solamente para tratar temas de corrupción, sino protección de derechos humanos o controles en tema de uso de fuerza. En el sistema carcelario del país, resulta que hay más seguridad por parte de las personas privadas de la libertad que por parte de la Policía Nacional o los guardias carcelarios. No podemos poner a los victimarios en la posición donde pueden revictimizar a otras personas.
El cambio institucional es bastante utópico porque necesita un cambio cultural, los actos de corrupción nosotros le atribuimos a la ‘viveza criolla’. Un cambio en este aspecto tomaría mucho tiempo.
El tema de cárceles nunca ha sido una prioridad para el Estado ecuatoriano, a nadie le ha importado. A los ciudadanos en general tampoco les importa el tema, piensan que las muertes de las personas privadas de la libertad ellos se las merecían. Nadie conoce en realidad cómo funciona el sistema. Políticamente tampoco es ideal porque ningún Presidente no termina cosechando los frutos del trabajo que ha sembrado y esto, en el caso ecuatoriano, realmente genera muy pocas expectativas.
El reto que está asumiendo Fausto Cobo es muy grande pero el reto también es preguntar hasta qué punto está capacitado para poder enfrentarlo. Es cierto que los militares en Ecuador tienen conocimiento y herramientas pero no sé si les sirva para enfrentar el sistema carcelario.