Por Daniela Chacón
Hemos visto con inmenso dolor las imágenes de las protestas en Colombia, jóvenes asesinados, balas y fuego cruzado, lágrimas, desesperación y vandalismo. Es imposible no recordar octubre de 2019 y si bien las circunstancias son algo diferentes en cada país es imposible no hacer paralelismos.
Desde los discursos oficiales se utiliza el mismo recurso, las protestas son anti patrióticas, son violentas y detrás de ellas hay una motivación política de desestabilización que seguramente está comandada desde Venezuela o Cuba. Reducir las protestas sociales a una explicación tan simplista como esta justifica la toma de acciones violentas inclusive a los ojos de algunos ciudadanos.
Otro paralelismo es la falta de diálogo social y participación ciudadana, solo después del inicio de las protestas los gobiernos reconocen no haber dialogado lo suficiente, no haber tomado en cuenta la opinión y situación de los ciudadanos y una vez que el daño está hecho proponen la construcción de grandes acuerdos sociales.
Los gobiernos no han sabido responder a la profunda crisis económica, social y sanitaria causada por la pandemia del coronavirus que además se sumó a la recesión que muchos países de la región ya estaban experimentando. La pandemia ha evidenciado una vez más un problema estructural de la región, la desigualdad. Los efectos de la pandemia han golpeado muy duro a los más vulnerables empujándolos a condiciones aún más precarias. Salir a protestar por medidas económicas injustas o por gobiernos indolentes no es un acto irresponsable dada la pandemia, es la diferencia entre vivir un día más en las mismas condiciones o pelear por un futuro esperanzador.
Que los gobiernos respondan a estas protestas con la violencia que hemos visto es una bofetada a las circunstancias de la mayoría de colombianos, ecuatorianos y tantos otros ciudadanos que salen, asumiendo grandes riesgos, a exigir sus derechos. Los gobiernos han sido quienes han fallado, no han podido dar una respuesta a las condiciones de desigualdad y vulnerabilidad, no han controlado adecuadamente la pandemia, no han elaborado planes efectivos de reactivación económica, no han implementado planes serios de vacunación, y a pesar de ello, incrementan los presupuestos de la policía y defensa y agreden y matan a sus ciudadanos.
Claro que hay vandalismo, siempre en estas circunstancias hay grupos que aprovechan del caos para su propio beneficio, pero gobiernos eficientes sabrían atacar a estos grupos sin necesidad de amedrentar al resto de la población, sin necesidad de disparar contra los ciudadanos, sin necesidad de matar jóvenes inocentes cuyas vidas recién están empezando.
Los políticos no tienen la más mínima idea qué hacer con las protestas sociales, cuando son candidatos las aupan pero cuando están en el poder, las reprimen. Cuando los gobiernos fallan, la gente debe hacer uso de los pocos recursos que le quedan frente al poder después de las elecciones y esos son la protesta, la movilización, el activismo de la calle. Los políticos deben empezar a entender las protestas sociales y responder con altura, sentido democrático y respeto por los derechos de sus conciudadanos.