Por Tamara Idrobo
Cuando llegamos a un grado de madurez biológica y psicológica, nos damos cuenta de que nuestros cuerpos y vidas también están regidos por nuestra sexualidad.
La sexualidad de las mujeres ha sido históricamente sometida a opresiones y represiones, y todavía sigue siendo objeto de muchos análisis. Es obvio que las mujeres aún no logramos hablar con apertura, sinceridad y sin sonrojarnos sobre nuestras experiencias y deseos sexuales, y cuando lo hacemos es solo dentro de un círculo íntimo de confianza.
Hay muchas mujeres que, desde nuestras redes sociales, hemos empezado a posicionar contenido sobre cómo vivimos, pensamos o expresamos nuestra sexualidad.
Mi feminismo me lleva a cuestionármelo todo, todo el tiempo. Llevo mucho rato ‘masticando’ mis opiniones cuando llegan a través de mi “TL” (del anglicismo ‘time-line’ que significa línea de tiempo) en mis redes sociales contenido con imágenes de ‘selfies’ de mujeres posando de cuerpo entero, rostros de mujeres perfectamente maquilladas, y varias expresiones o declaraciones donde posicionan opiniones sobre su propia sexualidad o la de otras mujeres.
Al toparme con este tipo de imágenes y contenido, mis primeras reacciones son de ánimo al saber que, en el mundo de las redes sociales, estamos mujeres que decidimos exponer nuestras imágenes, opiniones y mensajes a nuestras audiencias. Confío siempre que estas decisiones sean tomadas desde la autonomía. Entre mis reacciones también está mi auto-cuestionamiento de: ¿Quién soy yo para juzgar desde mi feminismo, el contenido de las redes sociales de otras mujeres?
Así pues, yo soy de las que observo, leo y proceso esos contenidos. Si decido reconocerlo doy mi respectivo “me gusta”. Eventualmente también emito mi opinión escrita. Esto lo hago sólo si considero que algo voy a aportar, si no, me limito a leer los comentarios y reacciones de otras personas, y así paso y sigo navegando en mis redes sociales todos los días.
Desde mi feminismo he aprendido que, si bien tengo mis opiniones desde dónde yo me encuentro, no poseo ni tengo la capacidad o ‘poder moral’ de juzgar a otra mujer sobre si hace bien o mal en exponer sus imágenes y sus contenidos.
Dani Mora @DaniMSantacruz en uno de sus brillantes hilos en twitter hace un análisis sobre esta realidad. Dani habla de la “cosificación sexual de las mujeres” y como ésta alimenta las relaciones de poder en las que las mujeres nos vemos sometidas. Dani menciona además que “… la mujer es valorada meramente por su apariencia y únicamente aceptada si se ajusta a patrones previamente establecidos”; sabemos claramente que esta realidad hace parte del sistema patriarcal y violento en el que vivimos -y el que nosotras, las feministas, deseamos derribar- además sabemos que los cuerpos de los hombres también han sido y son “cosificados” aunque en menor medida. Sin embargo, yo creo que para analizar las relaciones de poder o de ‘cosificación mutua’, debemos analizar, debatir y hablar sobre el rol que la sexualidad cumple en nuestras vidas.
Como decía en otro artículo sobre el trabajo sexual, tanto las religiones como el patriarcado nos ubican a las mujeres en el rol de cuidadoras, de madres y/o de servicio hacia las y los demás. Desde este rol esperado de subordinación es que mi feminismo me lleva a rebelarme, liberarme y derrumbar las opresiones, muchas de ellas provenientes de valores ‘morales’.
¡Y es justamente en las redes sociales donde abundan tantas rebeliones de muchas mujeres! La presencia de esa ola de feminismos de mujeres jóvenes llega con mucha fuerza y a su vez, se unen con la marea de quienes nos encontramos nadando en busca de más liberaciones de nuestros cuerpos y deseos, marea que se halla en medio de varios océanos de luchas que se han venido dando, y que las feministas que nos antecedieron tanto nos han inspirado.
Yo no tengo ningún tapujo en decir que, me siento muy esperanzada, cuando constato el contenido que muchas mujeres producen y que rueda en las redes sociales. Contenido relacionado a todo aquello que interpela a nuestros cuerpos y deseos, imágenes (con o sin filtro) de nuestros cuerpos, rostros, o la exposición de opiniones, donde las mujeres exclamamos abiertamente nuestras preferencias o deseos sexuales. Todo esto no solo pasa por hablar sobre cómo nos sentimos, nos vemos, o sobre lo que nos gusta o nos complace, sino que también atraviesa la intención de compartir información relevante que invite a otras mujeres a interpelarse sobre sus cuerpos sexuados.
Si se dan el trabajo de buscar el contenido existente en redes producido por mujeres, se van a topar con que existimos mujeres que exponemos y compartimos información sobre nuestros cuerpos, que pasa por promocionar el poder que nuestros clítoris tienen; sobre nuestra habilidad de ser multi-orgásmicas; y que también incluye la información sobre aquellos productos (a pilas, recargables y que pueden ser usados en el agua), que están a la disposición de quienes puedan o desean adquirirlos, productos que se usan única y exclusivamente para producir placer sexual en quienes deseen usarlos, estando solas/solos y/o acompañada/os.
Es justamente este contenido, el que me hace repensar la forma cómo se pretende analizar las relaciones de poder que van más allá de las relaciones de hombres con mujeres, sino que atraviesan también, los dictámenes morales con el que inclusive algunas mujeres pretenden oprimir cuando juzgan, opinan y hasta aconsejan a otras mujeres sobre si pueden o no, si deben o no, exponer sus cuerpos y expresiones -sexuales o no- en las redes sociales.
Sabemos que existe mucho trabajo y lucha por dar, hasta que las mujeres logremos ejercer nuestra sexualidad en libertad, con total autonomía y libres de cualquier tipo de violencia. Yo, por mi parte, empiezo por reconocer que no conozco ni tengo la receta perfecta para ejercer o salir de relaciones de poder. Mucho menos para analizar y dictaminar las relaciones que muchas mujeres tengan con su propia sexualidad, y menos aún, para dictaminar si está bien o mal lo que otras mujeres comparten o no, en sus redes sociales.
En lo que sí estoy muy clara, es que, para empezar a destruir las relaciones de poder, primero tenemos que empezar por reconocer cuáles son las relaciones de poder que nos hacen daño o que buscan destruirnos al perpetuar sobre nuestros cuerpos, placeres y vidas, todo tipo de violencias y opresiones. También creo que, luego de reconocer y determinar ese tipo de relaciones de poder, es esencial romper el miedo y los silencios hablando, visibilizando y nombrado aquello que nos daña, para así de verdad, conseguir romper esas relaciones de círculos viciosos y tóxicos.
Sin embargo, también creo que hay relaciones de poder que pueden ser necesarias y hasta positivas en la vida de cada persona. Sobre las relaciones de poder dentro de las relaciones sexuales, yo sí creo que todas las personas y sobre todo las mujeres, debemos tener y poder acceder a las herramientas necesarias – ‘cualesquiera’ que éstas sean- para decidir cómo, por qué, cuándo, dónde y con quién deseamos relacionarnos y así, llegar a manifestar lo que deseamos sin ninguna coerción y sin miedo a ninguna represalia.
Yo soy de las feministas que creen que mientras todo sea informado, consensuado con respeto y acordado en libertad, las personas deberían sentirse libres de expresar sus deseos, gozar de sus cuerpos y hacer -o no- con sus cuerpos lo que quieran y deseen.
Además, creo que más allá de corporalidades perfectas, existen en las redes sociales las seducciones que pueden llegar a ser inclusive mucho más fuertes que cualquier imagen. Me refiero a la “seducción intelectual”. Y es que es justamente en las redes sociales donde se habla de tener un “crush”, que significa básicamente sentir o tener una intensa atracción hacia una persona, a partir del contenido que esta persona produce y comparte en sus redes sociales.
Considero también que, en esta época de pandemia, estas atracciones se han multiplicado y espero también que, durante el proceso post-pandémico, estas interacciones puedan llegar a ser duraderas. Por mi parte y desde mis redes sociales, yo invito sobre todo a las mujeres, a que sepamos descubrir y reconocer en estas interacciones lo que nos gusta o no, lo que nos atrae o no, lo que deseamos o no; y al mismo tiempo, poder expresarnos libremente con el fin de disfrutar de las interacciones que decidamos tener y mantener en nuestras redes sociales y hasta fuera de ellas.
Finalmente, considero que, si a una mujer le place o disfruta el compartir y exponer sus imágenes, bien puede hacerlo. Yo tengo la convicción de que nadie está en la capacidad moral para juzgar el contenido que las mujeres compartimos en nuestras redes sociales, siempre y cuando éstas no sean expresiones con contenido violento de odio, de xenofobia, transfobia, homofobia, etc.
Tan solo creo que, si desde nuestras opiniones podemos animar, inspirar y crear debates y reflexiones constructivas, más nos vamos a juntar para seguir en la lucha colectiva para que cada mujer pueda explorar en libertad y con responsabilidad, el cómo y con quién desea establecer y crear relaciones tanto dentro, como fuera de las redes sociales.
Mis posiciones siempre serán claras y estarán en la vereda de la defensa del derecho que cada mujer tiene a descubrir, experimentar, disfrutar y vivir su sexualidad siendo libres de cualquier moralismo -incluido el feminista- y sin ningún tipo de violencia.