Por: Tatiana Sonnenholzner, especialista en comunicación digital
Seguro por miles de razones, pero creo que tengo una y es gracias a Alberto Fernández. Porque -también- votamos por el cuento de hadas, por la vida que queremos y no tenemos, por una falsa y antigua “normalidad” aspiracional que no existe ni para los vendedores de estos humos que alcanzan el poder, en parte, porque el producto que venden es una vida privada perfecta a la cual una sociedad herida y confundida quisiera acceder.
Volviendo al Beto, hombre interesado en los derechos humanos, en la igualdad de género, en la erradicación de la violencia a la mujer, en promover la economía y potenciar a la nación se paró en la tarima no solo a decir eso, también mostró una unión perfecta con una hermosa, famosa y rubia mujer, divorciado de una ex mujer de bajo perfil y madre de su primer hijo con el que su nueva familia no tenía ningún inconveniente más que las ganas de hacerlo hermano mayor pronto.
Con estudios universitarios en Derecho, un profesional que alcanzó el poder por trabajar en política durante varios años y/o por ganarse la confianza y el “honor” de ser el sucesor de una de las familias más poderosas de Argentina. Un hombre que parecía sencillo, pese a liderar un país y tener al mayor partido político de su lado. Un humano de clase trabajadora que lo logró, entonces… si el pudo, cualquiera también, ¿no? Lo que pasa es que era un disfraz que cautivó a un público a través de mentiras y la ayuda de otros mentirosos.
Esa parte no es nuestra culpa, la de quienes votamos. Nuestra culpa radica en que nos cuesta tanto mirarnos en el espejo y aceptarnos que creemos en cualquiera que dice que tiene la idea y vida perfecta, pese a salir de esa misma sociedad desvalida. Me refiero a que Alberto no solo era un mitómano, es un golpeador, doble estándar, hipócrita y corrupto. No quiero decir que la mayoría de la población lo sea, pero ¿por qué compramos cuentos de hadas cuando vivimos más bien en historias de terror?
Aterrizando a Ecuador donde el número de matrimonios fue en 2023 de 56.546 y de divorcios de 23.556, 1 de cada 4 mujeres sufre violencia, ocupa el puesto 11 de América Latina en corrupción y en el puesto 10 de los países con mayor índice de criminalidad, lugar donde se pierde 1.121 millones cada año por evasión del Impuesto a la Renta, la tasa de desempleo es de 4,1% y alrededor de 90.000 estudiantes ya están fuera del sistema educativo… por mencionar algunos datos.
Los seres humanos aspirantes a líderes que vemos en la papeleta, esos que elegimos, salen de esa sociedad. Nacen, crecen, se reproducen en ese espacio con esas problemáticas y realidades. Así que esos que todavía siguen contratando a asesores que construyen una vida privada de fantasía para engatusar a una mayoría sin eso, deberían dejar de ser concebidos como las mejores opciones.
No me malinterpreten, no quiero decir que quien debe asumir sea alguien que no respete la norma, que coima a la policía cuando le sancionan por exceso de velocidad, que se salta la fila y evade impuestos, que copiaba los exámenes en la universidad y que tiene denuncia por alimentos. Lo que quiero decir es que contemos con la realidad para dejar de elegir a falsos superhéroes.
Digo que sospechemos un poco más de quienes se presentan como el mesías de la familia del portarretrato. Que no seamos tan inocentes en vernos reflejados en lo que no somos, ni ellos tampoco lo son. Esfumemos esos wannabe y aceptemos de que pata cojeamos porque solo iluminando la basura se puede saber qué hay que barrer para que quede limpio.
Por fa, no seamos paranoicos, pero tampoco que nos sigan viendo cómo pelotudos en estas nuevas elecciones.
La opinión de Tatiana Sonnenholzner.