Por: Elena Rodríguez Yánez
En Ecuador, el retroceso experimentado durante los gobiernos de Lenin Moreno y Guillermo Lasso es evidente. No solo estamos estancados desde el punto de vista económico, sino que nuestra vida corre serios riesgos debido a los altos niveles de inseguridad. Según los expertos, este año (2023) podría ser el más violento de toda la historia de nuestro país, con alrededor de 40 asesinatos por cada 100 mil habitantes; y, en ese escenario de supervivencia nos colocamos las madres.
Las mamás, en Ecuador -también en América Latina- no solo debemos sortear las trabas de un sistema perverso que niega nuestros derechos, sino que tenemos la obligación, además, de hacer frente a la discriminación de la que solemos ser víctimas en nuestros entornos laborales. Discriminación que la señora Verónica Abad no solo parece conocer, sino que pretende justificar.
Resulta indignante escuchar las declaraciones de la candidata a la vicepresidencia de Ecuador, por el movimiento ADN. En una reciente entrevista, la compañera de fórmula del presidenciable Daniel Noboa sostuvo: “yo escojo ser mamá, yo voy a tener que trabajar menos, porque mi rol de mamá me va a pedir más y me va a exigir más tiempo, no puedo pretender ganar igual que un hombre”.
¿No podemos pretender ganar igual que un hombre? Claro que podemos Verónica y no sólo que podemos, sino que debemos. ¿Quién le dijo que las mujeres tenemos ser penalizadas por ser mamás?
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en América Latina y el Caribe, la desigualdad entre los salarios medios de las mujeres y los hombres es un problema vigente. No importa si el trabajo requiere del mismo tiempo y las mismas habilidades, el nuestro siempre será menos valorado y menos remunerado; el problema empeora para las mujeres de alguna comunidad, etnia, para las migrantes y sí, para las madres. La OIT asegura que de prevalecer las tendencias actuales se necesitarán más de 70 años para cerrar la brecha salarial.
Con esta realidad Verónica Abad está de acuerdo.
“Yo escojo ser mamá, yo voy a tener que trabajar menos, porque mi rol de mamá me va a pedir más”, nos dice, pretendiendo que disculpemos al patriarcado y a su desequilibrado reparto de las tareas reproductivas y de cuidado que siguen recayendo exclusivamente sobre nuestros hombros, sobre las madres, sobre las mujeres.
¿Sabía usted, Verónica, que, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (2020), las mujeres ecuatorianas destinamos 1612 horas al año al trabajo del hogar y los hombres solo 587 horas? ¿Qué hacemos con esa desigualdad? ¿Está usted de acuerdo con aquello? ¿Pretende que agradezcamos esta realidad y nos resignemos a aceptarla? ¿Qué pasa con las madres solteras?
Le cuento que muchas de nosotras -la mayoría- tuvimos que incorporarnos a un mercado laboral, sin dejar de lado las responsabilidades de cuidado de nuestros chicos y sin renunciar a las tareas domésticas.
Muchos se han atrevido a señalarnos, a pensarlo dos veces antes de contratarnos, porque estamos en “edad reproductiva”; o, si ya parimos, porque nuestras niñas y niños pueden enfermarse y, sí, nosotras (que parece que ante el imaginario popular los concebimos solas) debemos cuidarlos.
Para Abad esa es una realidad que hay que dar por sentada. Nada hay que cambiar ahí. Debemos cruzarnos los brazos y aceptar nuestro destino.
Algún usuario de la red social X, lanzó números y sostuvo que somos una carga para las empresas, que pagan tres meses fuera del trabajo, más seis meses de lactancia, más permisos de días completos, y añadía: “asumiendo que la mujer es muy profesional cosa que otras abusan y viven embarazadas”. Ese es el imaginario para el que contribuye Abad. Ese en el que somos vistas como máquinas de reproducción. Ese en el que “vivimos embarazadas” y abusamos de nuestros empleadores.
En contraste con el escenario de las madres, en Ecuador, no se encontró una brecha por paternidad en el salario; toda la carga cae, una vez más sobre nuestros hombros.
Hay mucho que decir, Verónica, y usted tendrá mucho de lo que deba retractarse, porque aquí las mamás no solo que estamos dispuestas a exigir trabajos dignos, salarios igualitarios, sino que nuestros derechos y los derechos de nuestros hijos no sean tocados.
Opinión en Primera Plana