Por: Tamara Idrobo
Mientras escribo estas letras, en las ciudades de todo el Ecuador se están librando batallas campales entre las fuerzas de la policía y de militares representando a un Estado claramente fallido y quienes decidieron parar, marchar, para así exigir varias demandas relacionadas a los derechos humanos que, claramente, el Estado ecuatoriano no ha sido capaz de garantizar.
Mi ímpetu y mi feminismo enciende en mí el llamado a salir a las calles a marchar y a acompañar a todas las personas que están manifestándose, pero no puedo. No puedo, simplemente porque no puedo. A cambio, mi presencia y acompañamiento lo hago desde donde estoy y desde lo que tengo: un teclado y las ideas y pensamientos que no dejan de venir a mi mente y que expongo en estos párrafos a más de expresarme en trinos. Menos mal existe Twitter, que más allá de la toxicidad que muchas veces esa red emana, también es una herramienta de expresión y de información.
No puedo estar en las calles porque no estoy en el país. Soy una ecuatoriana más que desde la distancia sigue con mucho dolor, preocupación y zozobra, todos los acontecimientos. Estoy muy atenta a la información que pueda despejar un poquito la incertidumbre que no deja de crecer.
El otro día le escribía a un amigo que yo quiero mucho, diciéndole que siento admiración -y a ratos un poco de envidia- de toda la gente que, siendo ecuatoriana y viviendo en el exterior, logran abstraerse y tomar distancia no solo geográfica, sino también emocional sobre todo lo que en el Ecuador acontece. Supongo que mucha de esta gente se encuentra construyendo sus vidas distantes a la realidad lacerante y dolorosa que vive el Ecuador.
Yo, por mi parte, no logro ‘desenchufarme’. Mi vida desde mis privilegios me han llevado siempre a cuestionarme sobre todo lo que yo puedo dar, brindar y aportar a la Patria que me parió. Siempre me encuentro rodeada de sentimientos encontrados sobre si lo que yo puedo hacer o no, sirve de algo. Como lo creo y lo sostengo, mi palabra -si no logra llegar a la gente- al menos me ayuda a desahogarme y a cumplir con la mirada a la que yo le rindo cuentas todos los días cuando me miro al espejo.
Siento que escribir es un acto de responsabilidad que tengo como ciudadana. Creo firmemente que en la opinión que ejercemos las personas debemos de aportar con elementos de análisis y reflexión que mucha falta le hace al país. Yo escribo con la esperanza de que mis palabras y mis ideas llegue a provocar e inspirar en una o dos personas reflexiones personales.
Creo firmemente que las transformaciones sociales se hacen desde los cambios personales. Es imposible cambiar nuestras propias realidades sin atrevernos a transformarnos. Por eso les invito a que desarrollen la -muy necesaria- capacidad de incomodarse, incomodándose. Debemos empezar a comprender que quienes vivimos desde y con los privilegios (cualquiera que estos sean) tenemos mucha responsabilidad de aportar en las luchas por la equidad, la justicia y la verdad.
Los análisis que se hagan sobre los hechos que hoy el Ecuador está viviendo serán escritos en los libros de historia de esta nación que, no deja de remecerse abriendo grietas que parece nos llevan a un precipicio y en donde pareciera también que es imposible llegar a construir puentes que las enmienden. Ya vendrán más personas a hacer sus análisis políticos, económicos, culturales y sociales. Yo a penas les dejo mis análisis hechos desde mi corazón tricolor que ahora siente mucho dolor.
Estoy convencida de que sin equidad, justica y verdad es y será imposible que exista paz. Creo además que la realidad que ahora vive el país es el resultado de una acumulación de inequidades, injusticias y mentiras.
No puedo dejar de culpar al gobierno del presidente Guillermo Lasso de todo lo que está sucediendo. Considero que él y su gobierno son los responsables de esta crisis. Lo digo, porque como gobierno desde el poder ejecutivo que ostentan, estaban llamados a cumplir sus promesas hechas que ahora son mentiras certeras y que no es necesario que yo las enumere, porque los miles de personas que están ahora manifestándose en las calles lo dicen y lo demuestran. La verdad es contundente: más del 80% de la población no le cree y rechaza al gobierno. No es mi percepción, es la realidad de lo que ahora vive el país.
Responsabilizo también a este gobierno de lo que sucede, porque ha roto todos los diálogos. No solo rompió el dialogo con la CONAIE, quien anunciara de ese rompimiento en noviembre del año pasado. Este gobierno ha roto con todos los movimientos sociales y ciudadanos que poco a poco han ido anunciando su respaldo y su adhesión al paro nacional que el Ecuador enfrenta en estos días. No, no es mi impresión, esta realidad la sienten ustedes en las calles del país donde se está escribiendo una verdad desde el grito del pueblo que ahora parece ser imposible de acallar.
Señalo al gobierno por todas las omisiones, por todas las mentiras y las falsedades contadas en su historia de ciencia ficción sobre un país en el que, al parecer, viven solamente el presidente y las personas pertenecientes a una selecta burbuja de privilegios. Porque mientras tanto, en el otro universo paralelo están ahora mismo en las calles miles de personas que, decidiendo hasta arriesgar sus vidas por la brutal represión estatal desde la fuerza bruta, digo, pública que ya se está dando, están determinadas a que la realidad lacerante del país donde viven sea reconocida como tal.
Nombro al gobierno como el responsable de la violación a espacios sagrados en la capital del Ecuador. Lo escribí y lo reitero: el ingreso de la policía al campus de la Universidad Católica del Ecuador, la irrupción de la policía en los predios de la Escuela Politécnica Nacional y el allanamiento e instalación de la fuerza policial en la Casa de la Cultura ecuatoriana, son el fiel retrato de un gobierno fascista ejercido desde una clara dictadura instalada. No lo digo yo, lo demuestran estos actos absolutamente reprochables.
Culpabilizo al gobierno de todas las vidas que se pierdan en estos enfrentamientos. Y lo digo con tanta firmeza porque siempre será reprochable que la fuerza pública ejerza represión hacia las personas que están manifestándose pacíficamente ejerciendo su derecho a la resistencia aparándose en el artículo 98 de la Constitución de la República del Ecuador.
Mientras escribo estas letras, sé que hay gente que esta herida, que está cansada, agotada y golpeada. Mi corazón me dice que quizás algunas vidas que aún están en esas calles del país luchando por lo que creen es justo, pueden llegar a extinguirse. Yo solo pido y espero que, si eso llega a pasar, no las contemos como números. Que cada vida que se pierda en estos hechos, se la cuente desde la historia de lucha de cada una de esas personas. Que su historia se sepa, que su lucha se cuente y que su legado se sostenga.
Sé que miles de las personas que ahora están luchando son quienes dan de comer al país, pero son quienes más hambre pasan.
No sé si creer en diálogos con un gobierno cuyo presidente con la misma mano con la que aprieta para saludar a sus interlocutores, firma decretos con artículos de tintes fascistas y dictatoriales sobre el control al acceso de la información y la represión a la manifestación. Decretos derogados con más decretos que no hacen sino decretar la realidad que vive un país sumido en la violencia, el caos y la desesperanza. Un país que, cansado, ha salido a las calles masivamente a manifestarse con la determinación de ser un pueblo altivo, rebelde que resiste y que no está dispuesto a seguir siendo oprimido y engañado.
¡Un pueblo decidido a luchar y a no callar!
Mientras la mayoría del pueblo sostiene la llama de lo que yo denomino la #DignaFuria, el gobierno tiene en sus manos la posibilidad de sostener la antorcha y hacerse cargo del incendio que inició. Ojalá dejen de equivocarse tanto pensando que con sus decretos sobre decretos y con las acciones ejercidas por las fuerzas públicas, en vez de lanzar agua sigan lanzando gases y gasolina.
Será cuestión de esperar el desarrollo de los acontecimientos, como siempre nos toca hacer a quienes observamos desde las graderías de la distancia llamada migración.
Pese a vivir acá, yo sigo siendo de allá. Pese a no poder marchar, seguiré presente desde los espacios donde mi palabra pueda ser leída o escuchada. Desde acá donde yo vivo acompaño y aporto a las luchas por que ojalá, lleguemos a alcanzar algún día como país un poco de equidad, justicia y verdad.
Hoy es 21 de junio y es la noche más larga que marca el solsticio de verano en el hemisferio donde yo me encuentro. Ojalá esta no sea una noche larga para los millones de almas ecuatorianas que esperamos con ansias y esperanzas tener noticias e información que nos permita creer -aunque sea un poquito- que mejores días para el país se avecinan.
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