Por: Tatiana Sonnenholzner, especialista en comunicación digital
… spoiler alert: Un título muy romántico para lo que será un drama (o tal vez es clickbait).
Profundizar y buscar respuestas es parte de mi personalidad, he tratado de exorcizar esa parte, pero llegué a la conclusión de que esas características están en los componentes de mi ADN así que no queda más que lidiar con esa realidad. Como también es verdad que somos un espejo y nos rodeamos de vínculos que disfrutan y participan de las mismas actividades y pasatiempos que nosotros, como la ansiedad… Es aquí donde empieza la historia.
Mi 2024 arrancó con una de esas noticias de las que no quieres ser protagonista, ni siquiera participar como actor de reparto, esas donde el año de entrenamiento en manifestación, agradecimiento y meditación se fueron al carajo. Es que cuando te dicen que esa bolita que empezaste por sentir muy esporádicamente hasta poder agarrarla con tus manos y finalmente que sea visible ante tus ojos es un tumor, ningún mantra tiene la capacidad de calmar. Al menos no en ese momento.
Mi hobby favorito se profesionalizó y mi mente se fue a lugares poco conocidos y muy incómodos para mi, entonces mi grupo de contención volvió al rescate para buscar razones a lo que pasa sin razón. Una de las teorías fue que sucedió por guardar durante demasiado tiempo algún rencor, pena o dolor. Me hizo sentido. Si no se desatan los nudos se enredan y son imposibles de soltar.
Pasamos también por qué para algunas cosas soy muy abierta y para otras cerrada como una tortuga dentro de su caparazón. Bajar la guarda, mostrar vulnerabilidad, pedir ayuda no es algo que se me da natural … entonces esos materiales para construir mis muros se hicieron concreto y desembocaron en una piedra cerca del corazón. También hizo sentido.
Otra de las especulaciones concluyeron en que se debe alguna deuda pendiente de un ancestro que no pagó algo a tiempo. Me hizo sentido sin la necesidad de ir tantas generaciones atrás.
Pero finalmente, tras meses de incertidumbre, miedo y oscuridad, me quedé con mi teoría. Pasó porque la vida es una montaña rusa y estoy subida en el carrito hace 30 años y esta es la curva del momento. Así que, it is what it is. Una frase que para los que se creen superados denota mediocridad, pero para mi es la clave de una vida en paz. Lo que no puede ser cambiado y no se acepta, se vuelve un ancla y lo que puede ser cambiado y se mantiene igual, es una condena. Uno decide donde coloca cada situación.
No les voy a engañar, eso puedo concluir ahora, pero durante los primeros días coqueteando con la idea de cáncer cualquier pensamiento racional era automáticamente fusilado por el miedo. Tal es así que me desorganicé un poco la vida, tomé decisiones erráticas amparada en mi propia incertidumbre creativa y empecé un poco a cuestionarme todo. Hay que tenerle miedo al miedo, espanta, paraliza y a veces no es el mejor consejero. Hay que recordar que es un visitante esporádico, así que aunque parezca eterno, también se va.
Podría justificar que mis acciones propias y colectivas se debieron a esta noticia y tendría una razón de valor para seguir amparada en eso, pero eso si es mediocre. Al final no somos los tumores que nos visitan, somos lo que hacemos con eso. Así era el dicho, no? En fin, este texto no es un manifiesto para que mis vínculos me disculpen por estar fuera de eje ni tampoco catarsis para sentirme mejor. Es el recordatorio personal y público de que la vida es maravillosa y hay demasiadas cosas por las cuales estar agradecidos.
La opinión de Tatiana Sonnenholzner.