Por: Wilson Benavides, analista político
Los zapatos rojos usados por Guillermo Lasso en el balotaje de 2021 y los muñecos de cartón de Daniel Noboa, en la segunda vuelta del pasado 15 de octubre, tuvieron los resultados esperados. En ambos casos, lograron imponerse a los candidatos del correísmo, Andrés Arauz y Luisa González, respectivamente.
A primera vista podría parecer que en los dos momentos, el marketing político se impuso al relato ideológico que embanderaron los “delfines” de Rafael Correa. Sin embargo, si miramos los resultados electorales desde que el ex mandatario dejó el poder (2017), la tendencia en contra de esa opción política en las elecciones presidenciales, se mantiene de manera sostenida.
La Revolución Ciudadana logra llegar a segunda vuelta, pero pierde en el balotaje. Solo en los comicios de hace seis años, Lenin Moreno, logró vencer a Guillermo Lasso con estrecho margen, mientras que en las dos últimas elecciones presidenciales los candidatos del correísmo ganan en primera vuelta, pero luego son derrotados.
En 2021, por ejemplo, pese a que -en la primera vuelta de ese entonces- su postulante, Andrés Arauz, obtuvo una amplia ventaja de 12 puntos porcentuales sobre su adversario directo, este último finalmente se impuso y ganó la Presidencia de la República, en su tercer intento, constituyéndose este hecho en la mayor “remontada” electoral de la región.
Lo cierto es que desde los comicios generales de 2017, esta fuerza política -antes Alianza PAIS y hoy Revolución Ciudadana- no logra vencer en primera vuelta como lo hizo con el ex mandatario, Rafael Correa, en 2009 y 2013, aunque ha conseguido una importante representación parlamentaria, que sin embargo, también ha experimentado un desgaste.
En 2013, obtuvo una aplastante mayoría legislativa con 100 de 137 asambleístas; en 2017, logró 74; en las elecciones de 2021, llegó a 49; y en estos comicios anticipados, alcanzó 52, convirtiéndose en la “primera minoría” de la Asamblea Nacional, que se instalará en noviembre, para completar el periodo hasta el 2025.
A nivel de los gobiernos locales, en cambio, la situación no ha sido del todo favorable para la RC desde el 2014. En esas elecciones, Augusto Barrera, perdió la reelección a la Alcaldía de Quito, que volvió a manos correístas casi una década después en febrero de 2023 con Pabel Muñoz, comicios donde también Paola Pabón (elegida por primera ocasión en 2019) logró reelegirse en la Prefectura de Pichincha.
Lo propio ocurrió en Guayaquil cuando Aquiles Álvarez se impuso sobre la socialcristiana Cynthia Viteri, quien buscaba la reelección, y en la Prefectura de Guayas lo hizo Marcela Aguiñaga, que venció a Susana González.
Estos resultados obtenidos por la RC en los comicios locales de febrero pasado sin duda alguna crearon un espejismo al interior de esa organización, que supuso que automáticamente la votación por sus autoridades locales iba a transferirse a su candidata presidencial, lo que evidentemente no sucedió, ya que Daniel Noboa se impuso casi por el doble sobre Luisa González en Pichincha y Quito.
Algo similar sucedió en Guayaquil y Guayas, donde aunque la RC logró arrebatarle la Alcaldía y la Prefectura al PSC en febrero pasado, su carta presidencial no consiguió una ventaja significativa sobre Noboa, el pasado 15 de octubre.
En ese contexto, ¿logrará esta organización política reencausar el rumbo y retornar al poder en las elecciones generales de 2025? O, por el contrario, ¿se convertirá en la práctica en un nuevo socialcristianismo con importante presencia parlamentaria y local pero sin el poder Ejecutivo? Los muñecos de cartón y los zapatos rojos quizá estén delineando la respuesta.
La opinión de Wilson Benavides.