Por: Pablo Araujo G. Ph.D. en Biotecnología y profesor universitario.
Recordemos que la huella de carbono es la cantidad de gases de efecto invernadero que nosotros como seres humanos de forma directa o indirecta lanzamos a la atmósfera.
Ahora continúo con los artículos de opinión sobre las acciones que podemos tomar para reducir nuestra huella de carbono. Hemos propuesto acciones al cambiar de auto y sobre los plásticos.
Hoy quiero tratar el tema de la comida. ¿Lo que comemos diariamente influye en nuestra huella de carbono? ¡Si! Para explicarlo tomaré como punto de análisis lo conocido como balance de energía.
Para producir un alimento necesitamos consumir (gastar) una cierta cantidad de energía, para cultivarlo o para criarlo, y esa energía hay que compararla con la energía que obtenemos al comerlo, me refiero a las calorias, proteínas, vitaminas y demás.
Los puristas del cambio climático bien podrían afirmar que las labores de agricultura y ganadería es tener ocupados terrenos que bien los podríamos utilizar como almacenamiento de dióxido de carbono en forma de arbolitos.
No caigamos en los extremos, pero es real, una manera de reducir nuestra huella de carbono es modificando y adaptando nuestros hábitos alimenticios. Y en este análisis todo es una cuestión de números.
Por ejemplo, tomemos varios alimentos y comparemos su costo medioambiental respecto a cuanto nos alimentan, es decir, cuanta energía se requiere para producirlos versus la energía útil que nos aportan.
Así, tenemos que el costo medioambiental de producir: lácteos, huevos y carne de cerdo, todo esto junto, es el doble del costo medioambial de producir vegetales y frutas.
Desde el punto de vista del balance de energía, los productos de origen vegetal son más baratos, energéticamente hablando, que los productos de origen animal.
Para reducir tu huella de carbono, mi recomendación está encaminada a recomendar el aumento en la cantidad de vegetales y frutas en tu dieta diaria y procura alternar el tipo de proteína que consumas.