Por: Héctor Calderón
Lo sucedido en la posesión de la nueva asamblea nacional refleja que no existe la tal nueva política y que el nuevo Ecuador es más de lo mismo sino que con diferentes nombres.
Este 14 de mayo, ADN logró captar todo el poder en la Asamblea Nacional, tiene todo el control del Consejo de Administración Legislativa y, de casi todas las comisiones, sobre todo, las de mayor trascendencia como la de régimen económico o la de fiscalización.
Algo parecido sucedió con la famosa aplanadora del 2013 cuando la entonces Alianza País tuvo 100 de 137 curules y todo el control del Legislativo. ¿Cuál es el problema de todo esto? Además de la falta de pluralidad y equilibrio de poderes, el problema está en que nos sigue gobernando el odio y la revancha.
Quienes en el pasado criticaban que una sola fuerza política controle todo, hoy aplauden la estrategia de ADN y, sobre todo, festejan cómo dejó por fuera a la segunda principal fuerza política del país, la Revolución Ciudadana. Del otro lado, lo mismo. Quienes aplaudían en 2013 que la Asamblea sea liderada por 3 mujeres de un mismo movimiento y se ufanaban de sus triunfos electorales, hoy se quejan por el supuesto totalitarismo del movimiento de gobierno.
Ya es hora de que los políticos ecuatorianos aprendan a perder pero también a ganar. En la política, el péndulo es permanente y el poder cambia de manos cada cierto tiempo; por lo que gobernar con vanidad, autoritarismo, venganza y revancha; tarde o temprano, tendrá efecto en su propio partido o movimiento.
Los tiempos que vive el Ecuador requieren de madurez política, de autoridades que entiendan que se debe gobernar en base a consensos y unidad. El país requiere una tregua, un pacto que nos permita lograr la paz, la equidad, la justicia social que tanto añoramos.
Hoy Daniel Noboa y ADN tienen una oportunidad histórica para demostrar que se puede hacer una nueva política. Ya no hay campo para las excusas, es tiempo de gobernar por y para el país. Es urgente.