Por: María Eugenia Molina. Ph.D© (Experta en Comunicación Estratégica/Docente Universitaria)
El proceso de vacunación en el Ecuador que empezó con las primeras dosis que llegaron al país, en enero, arrancó con muchos problemas, que lejos de corregirse se han incrementado en una escalada que pasa por inoculados VIP, entre los cuales están algunos periodistas, miembros de los rotarios, autoridades y sus parientes, para dejar en segundo plano a personal de primera línea que se juega la vida cada día, cuando se pasó a la fase de vacunación a los adultos mayores, quienes han pasado un verdadero calvario, conjuntamente con sus familiares, para poder conseguir la tan ansiada vacunación, que en ciertos casos llega, en otros aún no, en otros ni la inscripción se la ha podido hacer, sin embargo, los esfuerzos de estos ciudadanos y sus familias siguen, porque es la esperanza que tienen para hacerle frente a la pandemia.
Dolorosas imágenes hemos podido ver por redes, en televisión y personalmente, de las inmensas filas que se han formado afuera de los centros de vacunación, donde ha faltado de todo, y cuando digo de todo, es porque ha faltado desde la logística más elemental como sillas, espacios cubiertos, baterías sanitarias, hasta vacunas; pero, vamos más allá, ha faltado coordinación, calidad, calidez, empatía, humanidad para quienes merecen tener atención prioritaria por condiciones y vulnerabilidades propias de su edad; pero no, ninguno de los tantos ministros que han pasado por el Ministerio de Salud han podido marcar la diferencia a favor de ellos, ni de las personas con discapacidad, y claro, mejor no hablar de cuándo nos toque el turno a la población que no estamos dentro de los grupos prioritarios.
Sin embargo, estos errores en la vacunación no son independientes de los que se han presentado a lo largo del mandato que está por fenecer, pues, para hablar solo de la época de pandemia, han sido muchos y muy graves, ello tiene que ver con un tema estructural del manejo gubernamental, pero también con la ausencia de políticas y estrategias de comunicación que apalanquen los procesos de vacunación en sus diferentes etapas y den certezas y seguridad a la población respecto de la confianza en la palabra de la autoridad, aquí ha sido lo contrario, esto mientras las cifras de contagios y muertes son alarmantes y en una crisis la emoción es importante: “La audiencia es enorme y está muy enfadada, lastimada; muestra más temor y sufrimiento que enojo; si alguna de estas sensaciones resulta insoportable, puede tornarse en negación o convertirse en terror o depresión” (Sandman, 2003).
En tal sentido, una de las responsabilidades de los gobernantes está en apoyar a sus ciudadanos a controlar, soportar y superar su ansiedad, no se puede dejar de remarcar que esta crisis no se circunscribe únicamente al aspecto sanitario, es también comunicacional, cuando no se logran inscribir los adultos mayores, cuando las vacunas no llegan en el tiempo y cantidad exactas, cuando les llegan mensajes a personas que no les tocaba la cita, o que no les llega a quienes deben acercarse a vacunar; en fin, cuando no hay decisión y disposiciones claras de quienes comandan los procesos, son fallas de comunicación, si lo que se decide en lo político-gerencial no se lo “aterriza” con claridad a los diferentes niveles operativos, se carece de procesos adecuados de comunicación, y la improvisación se vuelve la constante.
Lamentablemente la comunicación ha sido uno de los procesos que menos importancia y calidad han tenido en el actual período presidencial, no se trata de emitir comunicados de disculpa, se trata de superar los errores y no volver a cometerlos, apoyados en estrategias integrales, recordemos que la comunicación es acción, es clave saber qué se desea comunicar, a quién, cómo, cuándo y de qué manera se lo hará, únicamente así puede existir un manejo positivo e integral en la lucha contra la pandemia, como lo he dicho a lo largo de este tiempo, no se puede olvidar que de ello dependen millones de vidas humanas.