Por Pablo Araujo
En semanas anteriores en este espacio de opinión he transmitido ideas generales de cómo desde nuestros hogares podemos aportar para disminuir esas emisiones de gases de efecto invernadero.
La primera sugerencia estuvo encaminada a reflexionar sobre si podemos cambiar la fuente de energía que usamos para cocinar nuestros alimentos y que evaluemos si una cocina de inducción es una opción en lugar de usar el gas licuado de petróleo.
Varios son lo factores a tener en cuenta en este proceso de decisión, desde el cambio de las ollas y sartenes, pasando por el tema de los costos de cambio de cocina, sin dejar a un lado todos los factores sentimentales y de añoranzas de cocinar con GLP.
Es claro que la decisión no es sencilla, sin embargo, te invito a que evalúes las ideas no desde la posición particular, sino, que las lleves a sumar esfuerzos pequeños para alcanzar beneficios globales.
Las pequeñas acciones nos llevan a grandes cambios que aportan a nuestro planeta.
Luego se propuso la idea de, en nuestro día a día dejar a un lado el uso de plástico de un solo uso, en cada compra en la tienda de tu barrio, en el mercado, farmacia y demás, en lo posible lleva tus propios transportadores y haz tuya la frase “no vecina, no me de fundita”, aquí traigo la mía.
Se lanzó además una idea de premiar con nuestra capacidad de compra a las empresas que te demuestren que en la cadena de valor de sus productos ellos están haciendo los esfuerzos de caminar hacia una huella de carbono cero.
Hoy quiero dejarles resonando la idea de separar los residuos orgánicos de nuestros hogares de todo lo demás que denominamos basura. Vamos acostumbrándonos a tener una bolsa separada para lo orgánico, no lo mezclemos con lo demás.
Esta acción que es de por sí sencilla de ejecutar, aunque tu no lo creas, aporta de una manera súper fuerte en la cadena de valor de la gestión de residuos sólidos que debe llevar nuestra comunidad.