Por: José Antonio Sánchez
Ha sido una tradición en la política internacional de muchos países la NO injerencia en asuntos de política interna de otras naciones. La tendencia en la mayoría de países siempre ha sido no opinar sobre las decisiones soberanas internas de otras naciones indistintamente del tema. Los Gobiernos se limitaban a felicitar por algún acontecimiento o logro especial o solidarizarse por una catástrofe y episodio de conmoción nacional. Para los casos más ásperos existía el seno de las Naciones Unidas, por ejemplo, el caso del bloqueo a Cuba, las posturas quedaban plasmadas en una resolución que acariciaba las líneas rojas y que podían ser interpretadas políticamente y tener incluso repercusiones comerciales.
Opinar sobre la política interna podía generar un conflicto, que iba desde el llamado de embajadores a consulta, notas de protesta, degradar la misión diplomática poniendo a la cabeza a un Encargado de Negocios, hasta la ruptura de las relaciones diplomáticas.
Los gobiernos han intentado guardar silencio con las políticas de otros países, sin embargo, desde las dos últimas décadas, quienes gobiernan o gobernaban en la región han intentado dar su opinión. En eso, el expresidente de Venezuela, Hugo Chávez, era el campeón y el precursor, atacando abiertamente a países como Estados Unidos o Colombia por distintas políticas adoptadas e incluso resaltando las habilidades de un candidato y denostando a otros, esta práctica se mantiene en algunos jefes de gobierno.
Por ello, es válido preguntar ¿Ecuador tiene amigos? o las amistades solo existen entre los mandatarios cuya relación ideológica traspasa fronteras, al punto de permitir que la injerencia en política interna se la vea como actos de buena fe y amistad.
Cuando hay un cambio de mando, la Cancillería ecuatoriana, por aspectos de reciprocidad, cursa invitaciones a todos los líderes mundiales, los más cercanos acuden, los más reservados envían un ministro o al Canciller y otros solo se disculpan por no asistir (casi siempre aquellos que no coinciden con su ideología o forma de gobernar) así lo hemos visto desde 1979 cuando volvimos a la democracia.
Pero ¿qué pasa cuando un nuevo presidente gana una elección? Por lo general este recibe llamadas de felicitación (antes de las redes sociales), hoy es común ver estas expresiones sobre todo en Twitter. Los resultados del escrutinio de los votos válidos, contabilizados por el CNE, dieron la victoria a Guillermo Lasso, sobre el candidato Andrés Arauz, con una diferencia que permitió que el perdedor reconozca la victoria del candidato banquero e incluso curse una llamada, en un acto de madurez política (cosa a la que no estábamos acostumbrados en el país.)
Muchos países y líderes políticos expresaron su felicitación al presidente electo de manera inmediata, como Iván Duque, de Colombia; Sebastián Piñeira, de Chile; Luis Lacalle, de Uruguay; Laurentino Cortizo, Panamá; Pedro Sánchez, Jefe de Gobierno de España, entre otros.
En las últimas tres elecciones presidenciales, cuando ganó el correísmo en el país, se vio por ejemplo al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, felicitar inmediatamente al expresidente Rafael Correa o a Lenín Moreno.
En esta ocasión, cuando el triunfador es Guillermo Lasso, representante de la derecha, las felicitaciones no han llegado. Tampoco se han pronunciado otros Mandatarios como el presidente de México, Manuel López Obrador, o el de Bolivia, Luis Arce, ambos seguidores de la tendencia de izquierda en Latinoamérica.
Por eso la pregunta ¿Tiene amigos Ecuador? O es una ilusión o interés político.
¿Los presidentes tienen la suficiente habilidad política para amistar a los pueblos o enemistarlos?
Ecuador tiene ahora un nuevo Presidente, ¿será él quien rompa esta costumbre de vernos como enemigos por intereses geopolíticos?