Por: Arturo Ruiz G.
La turbulencia económica, social y política que vive el país, genera la necesidad de plantear una discusión seria y propositiva alrededor del próximo proceso electoral. Autoridades, candidatos y ciudadanía deben analizar, informarse y discutir sobre los temas relacionados con las elecciones, a la espera de que estas sean lo más transparentes y legítimas posibles. Mientras más discusión exista entre los actores, menor será la amplificación de voces que argumenten el famoso y recurrente fraude electoral.
Desde el punto de vista cuantitativo, más allá del legítimo derecho de participación, para la Presidencia de la República hay catorce candidaturas en firme y dos adicionales con posibilidades de quedar en firme. Este inédito número de aspirantes terminará dividiéndose en dos bloques: los que tienen opciones reales y, el resto de candidatos que no llegarán ni al 10% en conjunto. Poco sabemos de estos aspirantes y, menos aún, conocemos sobre sus intenciones sinceras, pero ¿cuántos de ellos buscarán la reinstitucionalización del país? De llegar a ser funcionarios públicos, ¿recuperarán en el imaginario de la ciudadanía, la importancia del lastimosamente desacreditado sector público?
Desde el punto de vista cualitativo de los candidatos, haciendo un análisis histórico desde el retorno a la democracia, el país ya ha tenido presidentes electos no por sus ideas o planes de gobierno, sino por rechazo social a los grupos de poder. Este comportamiento no ha traído buenas consecuencias, por ejemplo, entre 1996 y 2007, constitucionalmente debimos tener tres presidentes, cada uno por un período de 4 años. La realidad es que, en ese lapso, tuvimos seis presidentes, siete si contamos a la entonces vicepresidenta Rosalía Arteaga a quien, tras la caída de Abdalá Bucaram, le correspondía la subrogación definitiva, pero tuvo un inconstitucional encargo que duró 48 horas. Esto sin contar con el efímero triunvirato que pretendió instalarse tras el golpe de Estado contra Jamil Mahuad. Producto de esa inestabilidad, vivimos los peores momentos económicos y sociales. El país se sumió en la pobreza y subdesarrollo. Era imposible planificar siquiera a corto plazo. Era un país inviable.
En relación a los perfiles de los candidatos, la explicación del comportamiento excéntrico de varios de ellos, se debe a que los diversos estudios de percepción ciudadana, señalan que los ecuatorianos tenemos un estado de ánimo muy bajo,debido a las persistentes condiciones económicas, sociales y políticas. Esto lleva a buscar nuevas o distintas formas de conectar con el electorado, como las que vemos en los últimos días, en redes sociales.
De lo que va en este periodo electoral, hemos evidenciado los siguientes perfiles de como los candidatos se presentan ante la opinión pública:
Las apuestas de los tres últimos casos pueden generar un alto riesgo para su imagen, autenticidad y credibilidad, cayendo en un abismo del que les será muy difícil volver. El país requiere de liderazgo y seriedad. Son muy pocos los candidatos que nos plantean planes, soluciones o, al menos, están considerando analizar preguntas básicas: ¿cómo van a solucionar los problemas del país? ¿Están dispuestos a gobernar para todos y no solo para sus grupos de interés? ¿Están de dispuestos a generar un acuerdo real de gobernabilidad? ¿Cómo piensan romper la polarización y unir al Ecuador? El país necesita esperanza, paz y trabajo y, de momento, lo que abundan son memes, y no propuestas.
Otro problema a considerar, refiere a la elección de asambleístas. El escenario es que, van a existir más listas que las de los binomios presidenciales, generando incluso mayor dispersión. El candidato X ganará la Presidencia, pero, ¿tendrá mayoría en la Asamblea? ¿Cuántos mini bloques habrá en la Asamblea? ¿Cómo se generarán las mayorías legislativas para los cambios que una u otra tendencia requieren para gobernar? No olvidemos que, para esta elección, no se podrá votar entre listas.
Sabemos que esta será una campaña plagada de ataques y escándalos, que pretenderán marcar la agenda mediática. Mientras tanto, la ciudadanía está harta de problemas de política entre políticos, cuyo efecto se comprueba en la mala calificación de percepción a las instituciones, a los políticos y medios de comunicación. Sumado a esto, habrá una muy probable saturación de propaganda electoral de entre 14 y 16 candidatos, más las listas de asambleístas.¿Estarán considerando los distintos equipos de campaña, la posibilidad de incidencia del voto nulo?
El reto para la ciudadanía será, parafraseando a Ítalo Calvino en su libro “Las ciudades Invisibles”, “(…) buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”. En medio de tanto problema e incertidumbre, dicho reto será usar su poder del voto para escoger a los mejores, según la tendencia a la que apoye.