Por: María Eugenia Molina
La llegada de algo nuevo, en todos los ámbitos de la vida, siempre trae consigo una dosis de esperanza, máxime cuando se trata del advenimiento de un nuevo gobierno a un país, que, como el nuestro ha pasado una de las más profundas crisis en los últimos cuatro años, con uno de los peores manejos del aparato estatal en todas sus formas, pero, sobre todo de la crisis sanitaria derivada de la pandemia del Covid-19 y de la Comunicación; ahora que finalmente esa etapa concluyó, y desde el pasado 24 de mayo tenemos un nuevo mandatario en funciones, la expectativa por su accionar es alta, al igual que ir, de a poco, siendo testigos de sus ejecutorias a favor de los 17.000.000 de ecuatorianos .
Ahora bien, si en el período anterior, uno de los puntos más bajos fue la comunicación, es de esperarse que Guillermo Lasso busque, precisamente, en ella uno de sus más grandes puntales para transversalizar sus nuevos enfoques, pero, básicamente, para mostrase como un estadista que lee la política y la sabe interpretar, no hay acto humano, que no sea político, más en el ejercicio de la más alta magistratura, ya en 1919, el politólogo alemán Maximilian Weber dijo que “la política consiste…en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura”(Weber, citado en Gómez, 2011), yo añado, se requiere, además, una potente política de comunicación, sustentada en estrategias que transiten todo el sistema estatal, desde sus funciones más pequeñas hasta las más complejas y para ello el mandatario requiere de temple, conocimiento, buena voluntad y una férrea entrega al trabajo al servicio de todos y cada uno de los habitantes de esta patria tan golpeada, pero que cuenta, también, con la resiliencia necesaria para avanzar.
El Presidente de la República debe y tiene que ser mediático, pero no desde las actividades o acciones concretas, como una inauguración de una obra, por ejemplo, lo deber ser -insisto- desde las estrategias comunicacionales que le permitan difundir, informar, comunicar y participar conjuntamente con la ciudadanía, quien requiere sentir cercanía con su autoridad; donde la lucha contra el hambre, la pandemia, la falta de oportunidades, el desempleo, la inseguridad, la lucha contra la corrupción deben ser las prioridades, y para ello, la comunicación debe permitirle llegar a todos los ecuatorianos, con un mensaje pragmático, sincero, conciliador, pero, ante todo, directo y transparente, en el que la comunicación de los dichos y los hechos estén en conjunción y se sostengan con la verdad, aquello, sin lugar a duda, deberá estar soportado por un trabajo sólido en cada una de las carteras de Estado, pues no hay comunicación, por buena que sea, que pueda sostener la poca capacidad de trabajo de un mandatario, y, menos, los escasos resultados.
Cuando el trabajo es bien realizado y bien comunicado, podemos decir que la autoridad está en el camino correcto, respetar los códigos deontológicos y la libertad de expresión es otra de las expectativas que esperamos no solo quienes hacemos comunicación, tanto desde lo informativo, pasando por la opinión y quienes formamos a los futuros comunicadores en las aulas universitarias, sino, también, toda la ciudadanía del país, que está en su legítimo derecho de expresarse y hacer escuchar su voz, cuando así sea menester. Comparto una frase del nuevo Presidente de la República, Guillermo Lasso, cuando en su discurso de posesión del 24 de mayo, dijo: “no perseguiremos a nadie, no callaremos a nadie…”.
Efectivamente, cuando el desempeño de la autoridad permite el ejercicio de la participación ciudadana y son sostenidas por procesos de comunicación estratégica, que no es lo mismo que maquinaria publicitaria, podemos decir que la participación política/comunicacional va por buen camino. Son pocos días de la investidura de Guillermo Lasso como Presidente Constitucional de todos los ecuatorianos, así que deberemos darle un tiempo prudencial para que pueda cumplir con sus promesas de campaña y llevar al país por mejores días; concluyo diciendo que no hay proceso, organización, ni gobierno exitoso que no esté mediado por la comunicación entendida desde el sentido primigenio de la palabra, poner en común el trabajo, el progreso y el avance de nuestro país.