Por: Héctor Calderón
Desde la campaña electoral, Guillermo Lasso ha intentado usar las ilusiones de los jóvenes que quieren acceder a la educación superior, de una forma irresponsable y demagógica. Primero, ofreció eliminar la Senescyt. Al llegar al cargo se dio cuenta (estuvo 10 años en campaña) que constitucionalmente no era posible. ¿Rectificó? Que va. Siguió jugando con la esperanza de los jóvenes y sus familias.
El 14 de julio, el presidente Lasso emitió el Decreto Ejecutivo con el que se creó el Reglamento General a la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES), donde se dispuso que el proceso de admisión se traslade a cada universidad. En palabras del mandatario, esto permitiría que los jóvenes tengan más oportunidades para construir su propio futuro, “escoger su camino y diseñar su vida con total libertad”. Este anunció también fue demagógico e irresponsable. ¿Por qué?
Hay que entender cómo funciona el proceso de admisión para las instituciones de educación superior públicas. No es solo decir que ahora los jóvenes podrán estudiar lo que quieran, porque no es real. El acceso a universidades e institutos depende de 3 variables: cupos ofertados para cada carrera, cantidad de postulantes a esa carrea y el puntaje que se obtenga, sea en el examen de Senescyt o en el que tome cada institución. Esto lo ignora Lasso y las autoridades al frente de la Secretaría o simplemente no les interesa jugar con los sueños de los jóvenes.
Ahora, ¿de qué depende la cantidad de cupos que se oferten en una carrera específica? De la capacidad que tenga cada institución. Es así que, si la universidad ABC quiere ofertar más cupos en Medicina, debe contar con la infraestructura y la cantidad de docentes necesarias para atender la demanda, lo que se resume en PRESUPUESTO. Lasso engañó a los jóvenes, sus familias y la ciudadanía al decir, con absoluto desconocimiento e irresponsabilidad, que al eliminar el examen se resolvía su futuro. Tan falso es este anuncio, que la Senescyt sigue tomando el examen, pues las instituciones no están preparadas para atender la demanda de cupos y no quieren asumir esa responsabilidad sin los recursos necesarios.
El sistema de educación superior sí necesita reforma, pero no eliminando la Senescyt, sino fortaleciéndolo para que haya más oportunidades para los jóvenes, no solo de ingresar a la universidad sino para mantenerse, graduarse y salir preparado a emprender o conseguir trabajo. Se necesitan acciones coordinadas con el Ministerio de Educación para que los bachilleres tengan un proceso de orientación vocacional permanente y acorde a la realidad del país. Ya basta de demagogia, basta de jugar con los sueños de los ecuatorianos, basta de mentir.
Opinión en Primera Plana.