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Prevención de fraude: una pieza clave en la digitalización en el 2025

A medida que avanzamos en el 2025, el panorama digital presenta tanto oportunidades sin precedentes como desafíos significativos. Al depender cada vez más de las plataformas en línea, desde compras hasta servicios bancarios, la amenaza del fraude digital se vuelve más común.

Los ciberdelincuentes continúan adaptando sus estrategias, utilizando técnicas más sofisticadas para explotar las vulnerabilidades en el espacio digital. Esta evolución del fraude representa un riesgo grave no solo para las instituciones financieras, sino también para la confianza que sustenta toda la economía digital.

Una de las tendencias más alarmantes que hemos observado es el aumento de los ataques de ingeniería social, que a menudo se diseñan para explotar información personal fácilmente disponible en plataformas de redes sociales o sitios de comercio electrónico. Desde esquemas de phishing disfrazados como notificaciones de entrega hasta códigos QR alterados y enlaces cargados de malware, los estafadores están refinando constantemente sus métodos para atacar a los usuarios desprevenidos.

Estos ataques no son solo una amenaza para los usuarios individuales, sino también para el futuro de las transacciones digitales. Según informes recientes de McKinsey & Company, se proyecta que las pérdidas globales por ciberdelitos alcanzarán más de 40 mil millones de dólares para 2027, un aumento de 8 mil millones de dólares con respecto al año anterior. América Latina, particularmente Brasil y México, sigue siendo un objetivo principal para este tipo de ataques. De hecho, la banca móvil se ha convertido en el sector más atacado dentro del espacio de finanzas digitales, superando incluso a la banca por internet. A medida que las transacciones financieras digitales continúan creciendo, la necesidad de medidas sólidas de prevención del fraude nunca ha sido más urgente.

Uno de los mayores desafíos que enfrenta la industria hoy en día es la protección de las identidades digitales. El volumen de datos personales y financieros intercambiados en línea hace que sea cada vez más difícil protegerlos. Pero la protección de la identidad digital no se trata solo de salvaguardar datos sensibles, sino de hacerlo de manera que no interrumpa la experiencia del usuario. Estamos en una era donde la seguridad debe ser invisible, y los usuarios deben sentirse confiados al realizar transacciones sin preocuparse constantemente por la amenaza del fraude.

Los expertos en ciberdelincuencia de Cobis Topaz destacan cómo los estafadores están explotando la creciente disponibilidad de información personal en plataformas públicas. «El nivel de detalle disponible sobre individuos en redes sociales o sitios de comercio electrónico es asombroso», señalaron. «Los criminales están volviéndose más hábiles en usar estos datos para crear estafas cada vez más convincentes». Esto significa que prevenir el fraude hoy requiere más que solo proteger transacciones; se trata de proteger toda la huella digital del usuario.

Un componente clave para abordar este problema creciente es aprovechar la tecnología que puede adaptarse a nuevas amenazas. El aprendizaje automático y la inteligencia artificial han demostrado ser herramientas invaluables para detectar actividades fraudulentas.

Sin embargo, no basta con depender únicamente de la tecnología. La colaboración en toda la industria es esencial. A medida que las amenazas se vuelven más sofisticadas, es evidente que ninguna organización puede abordar el problema del fraude por sí sola.

A través de herramientas como Secure Journey, que ofrece soluciones modulares de detección de fraude, se garantiza que las instituciones financieras tengan las herramientas adecuadas para combatir el fraude en múltiples puntos de contacto. Sin embargo, aunque la tecnología es un aliado poderoso, la clave real para el éxito radica en la prevención. Al monitorear activamente actividades sospechosas, ya sea transacciones inusuales, ubicaciones de alto riesgo o cuentas fantasmas, las empresas pueden prevenir el fraude antes de que escale a un problema mayor.

Mirando hacia 2025, la realidad es clara: la transformación digital llegó para quedarse. A medida que seguimos adoptando nuevas formas de hacer negocios, debemos asegurarnos de que la seguridad esté integrada en cada paso del camino. La prevención, en este caso, no se trata solo de responder a las amenazas, sino de crear un sistema de defensa proactivo que anticipe los riesgos antes de que ocurran.

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