Por: Wilson Benavides Vásquez, analista político
Conforme se acercan las Elecciones Seccionales y del CPCCS 2023 se hace más evidente que la relación entre la política y las redes sociales en Ecuador en lugar de generar una esfera pública que fortalezca la democracia, paradójicamente diluye sus formas y trivializa sus contenidos.
Esta influencia se expresa desde los comicios 2021 “vaciando” de sentido a las campañas políticas y al ejercicio de los cargos de elección popular, donde Facebook, WhatsApp, Instagram y especialmente TikTok están imprimiendo una lógica de nuevo tipo en la que los actores políticos no se hacen responsables de nada y es la sociedad -aislada y desprotegida- la que tiene que resolver directamente los problemas de una realidad subyacente a las redes.
La actual alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, que está terciando por la reelección, tiene -de acuerdo a NEO Consulta- una intención de voto del 34%; según Market del 47,6% y 37,7% de acuerdo a Perfiles de Opinión. ¿Cómo se explica que haya alcanzado esas importantes cifras en una ciudad en la que el 77% de los encuestados consideran que la situación está “peor” que hace 3 o 4 años? Una ciudad en la que se registra la mayor tasa de homicidios por número de habitantes ubicándose entre las 50 más inseguras del mundo. Una ciudad en la que durante la primera ola de la pandemia la gente fallecía en las calles y los cadáveres –literalmente- se extraviaban en las morgues de los hospitales.
Desde esta lógica y a la luz de los números de intención de voto de la alcaldesa Viteri, Tik Tok no solo la ha blindado sino que se ha constituido en un mecanismo de “contacto directo” con la ciudadanía, donde los contenidos pasan a un segundo plano y son las formas de la puesta en escena lo que otorga el sentido de los acontecimientos. La inauguración de una piscina de olas en bastión popular, o su mensaje de “vístanse y desvístanse con quien quiera”, han llegado al corazón del pueblo. Y eso es lo que importa.
Algo similar sucede con el destituido alcalde de Quito y conocido radiodifusor, Jorge Yunda Machado, quien aspira regresar al cabildo capitalino y quien se mueve como “pez en el agua” en las nuevas narrativas del TikTok. Es al parecer el único caso de un candidato en el que esta plataforma se adapta de manera natural a la personalidad del postulante y no a la inversa, como jocosamente estamos viendo con otras candidaturas.
No importa que el ex alcalde haya enfrentado procesos judiciales por la compra de pruebas para detección del Covid que supuestamente no eran las adecuadas, que su ex secretario de Salud esté prófugo por ese caso, o que su hijo haya tenido presunta influencia decisiva en la burocracia municipal. Lo que importa es que “haga reír”, que juegue volley y que cante y baile con la gente.
Y en este caso la estrategia también parece estar dando resultados. De acuerdo con Perfiles de Opinión, Yunda tiene el 18,43% de intención de voto y según Market el 17,7% seguido de Pedro Freile (9,76%), Andrés Páez (6,69%) y Pabel Muñoz (6,57%); sin embargo, al momento en la capital hay un 36,62% que anularía su voto y un 11,05% que dejaría en blanco la papeleta.
Lo cierto es que los más duros críticos del populismo y sus diferentes formas de expresión, jamás habrían imaginado que el posicionamiento que hoy tienen las redes sociales y particularmente TikTok constituya el escenario perfecto para que todos los candidatos -independientemente de su línea ideológica- se vean obligados a reproducir ese tipo de prácticas. ¡Bienvenidos a la tiktokracia!
La opinión de Wilson Benavides.