Por: María Eugenia Molina
Mucho se ha hablado en los últimos días acerca de la inasistencia de ciudadanos que, teniendo agendada una cita para su vacuna contra el Covid-19, no se han acercado a los centros dispuestos para ello, con lo cual el proceso de inoculación no va al ritmo esperado; pero ¿se han analizado todas las posibles causas de este problema? ¿Se sabe si quienes no van es porque no quieren vacunarse? O se trata de factores como falta de información certera de su lugar de vacunación, por imposibilidad para movilizarse, por miedo o desconocimiento, entre otros; desde estas interrogantes es imperativo que el sector oficial continúe trabajando en la elaboración de estrategias comunicacionales tendientes a superar estos escollos.
Durante las distintas etapas de la crisis constituye un elemento preponderante a tener en cuenta lo que cree y opina la gente acerca de la pandemia, es decir, conocer sus percepciones, recordemos que vivimos circunstancias en las que las emociones se intensifican a tal grado que pueden entrar en tensión con la realidad misma, allí es donde el papel que cumple la comunicación gubernamental debe enfocarse en desmitificar esas sensaciones y apuntalar la campaña sobre la base de hechos reales, tangibles, comprobables científicamente, para de esta manera producir tranquilidad en los grupos objetivos.
Cuando se está pasando por una crisis -máxime una de gran intensidad y duración- es vital realizar continuamente campañas sostenidas de comunicación de riesgo, con el objetivo de que los públicos estén alerta respecto de los efectos que puede tener en su salud no vacunarse, y no caigan en una falsa sensación de seguridad que resulta contraproducente, pues si desatienden las recomendaciones de las autoridades y de los expertos, dejarán de darle la trascendencia que tiene el tema, para evitar aquello se debe contar con mensajes estructurados, narrativas claras y directas, sin caer en el dramatismo, que sean lo suficientemente contundentes como para que la población sepa que si se lo toma con ligereza, las consecuencias pueden ser lamentables.
Para lograr la justa medida que permita a los públicos tomar para sí los mensajes proporcionados por la autoridad, es fundamental contar con políticas y estrategias de comunicación que se ajusten a la realidad de quienes pasan por la crisis, recordemos que no todos la vivimos de la misma manera o con igual intensidad, por ello es importante que las autoridades vayan estableciendo líneas sobre las cuales trabajar con los distintos grupos de públicos, cada uno con sus propias dudas, temores, convicciones, aquí la clave está en que la comunicación evite que la gente subestime la importancia de la vacunación.
Se le deberá proporcionar información clara, respaldada con data real, criterios de expertos, opiniones positivas y alentadoras, involucrando a los medios de comunicación tanto tradicionales como emergentes y, básicamente, haciendo sentir que la seguridad y bienestar de la población es de interés de los mandatarios y que se puede hacer un trabajo conjunto y coordinado entre autoridades, ciudadanía, expertos, medios, academia, gremios y todos quienes quieran y puedan sumarse para apoyar el objetivo primordial que es salvaguardar la vida y la integridad de los habitantes mientras dure de la crisis.
Utilizar mensajes sostenidos y evitar anuncios contradictorios, generar certidumbre con el apoyo de testimonios de líderes y gestores de opinión, así como del ciudadano común ya inoculado es de gran ayuda para proporcionar confianza a quienes aún duden de la eficacia de la vacuna, recordemos que uno de los principales axiomas de la comunicación en momentos de crisis y emergencia es, justamente, comunicar de modo permanente.
“Las personas consideran una amplia gama de factores en su evaluación y su juicio sobre la aceptabilidad del riesgo, incluyendo las potenciales catástrofes, la reversibilidad, la persistencia, la inmediatez de las consecuencias, el impacto en las futuras generaciones, el impacto en los niños y en determinadas poblaciones vulnerables, la identidad de las víctimas, la comprensión, la voluntariedad, el conocimiento científico, el miedo, la claridad de los beneficios, la equidad, la confianza institucional, el tipo de evidencia…” (Fontana & Cabas. 2020).
De acuerdo con ello, los mensajes y el manejo del riesgo serán más efectivos en la medida que la comunicación logre llegar a todos los niveles de la población, para lo cual se deberán facilitar diferentes formas de transmisión y recepción de la información a las audiencias por distintos canales, así habrá mayor garantía de penetración, expectativa, recordación, posicionamiento y aceptación.